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La Sombra Del Campanile
Stefano Vignaroli
AГ±o 2017: la joven estudiosa Lucia Balleani, estГЎ ordenando y clasificando los textos de la biblioteca de la fundaciГіnВ Hoenstaufen mientras trabaja en el antiguo palacio que habГa sido la residencia de la noble familia Baldeschi – Balleani, de la que es una descendiente directa. Una serie de visiones ligadas a lo que le habГa ocurrido a su homГіnima Lucia Baldeschi, llevarГЎ al lector a descubrir junto a ella una oscura historia ocurrida en el mismo lugar 500 aГ±os antes.
La joven Lucia Baldeschi es sobrina del malvado Cardenal, tejedor de oscuras tramas con la finalidad de centralizar tanto el poder temporal como eclesiГЎstico en sus manos. Lucia, muchacha dotada de una inteligencia especial, se hace amiga de un tipГіgrafo, Bernardino, junto al cual compartirГЎ la pasiГіn por el renacimiento de las artes, de la ciencia y de la cultura, que caracterizan al perГodo en toda Italia. TendrГЎ que elegir por fuerza entre el deber de obedecer a su tГo, que la ha hecho crecer y educar en palacio ante la ausencia de sus padres, y el amor apasionado por Andrea Franciolini, hijo del Capitano del Popolo1 y vГctima designada de la tiranГa del Cardenal. La historia es contada a travГ©s de los ojos de Lucia Balleani, una joven estudiosa descendiente del noble linaje. En 2017, exactamente 500 aГ±os despuГ©s de los hechos, Г©sta Гєltima descubre antiguos documentos en el palacio de la familia y reconstruye toda la compleja historia de la que se habГa perdido el rastro.
ГЌndice
ГЌndice
Prefacio (#ulink_81476cbd-862d-5d31-826a-298a25deb025)
IntroducciГіn (#ulink_8327f292-d9c9-55ec-a1a7-85199d85c68e)
CapГtulo 1 (#ulink_8a981133-e1d1-560f-9e31-c7dc01bdebd0)
CapГtulo 2 (#ulink_dbb2b459-9b8d-57fd-9791-b7698c873f9c)
CapГtulo 3 (#ulink_4992663e-25e6-5c83-be45-ea0f4b49d033)
CapГtulo 4 (#ulink_47256dbd-83f3-51aa-bcfd-7fcaa4e03b41)
CapГtulo 5 (#ulink_fd2d573b-9f0d-512c-9096-d6303d933a5b)
CapГtulo 6 (#ulink_41eb2c85-5266-513f-9576-2bfbe7a94be3)
CapГtulo 7 (#ulink_a0506af8-6ff0-5ae5-9f67-e636feea9afc)
CapГtulo 8 (#ulink_117f278c-69a9-5b3b-b50a-3fd4549e8c6a)
CapГtulo 9 (#ulink_f98447f9-ea49-56d9-9fef-753cc6909588)
CapГtulo 10 (#ulink_f48a4d5d-1387-5b80-a374-944fda605887)
CapГtulo 11 (#ulink_0b890975-670d-553a-9933-046069467909)
CapГtulo 12 (#ulink_05e2d9fd-294a-57f3-be30-427a5f48b8b4)
CapГtulo 13 (#ulink_8f119117-4bf3-59d3-9c21-63d56e240273)
CapГtulo 14 (#ulink_8d5b7908-7998-5917-9975-b410afab45dc)
CapГtulo 15 (#ulink_e48d7454-59a3-5ea5-82f2-6da6b8b1c8ca)
CapГtulo 16 (#ulink_4446d5d8-04b8-5e9a-a426-4f75615aed4f)
CapГtulo 17 (#ulink_b15754f9-3fe3-57c6-a96e-b1d13f80044f)
CapГtulo 18 (#ulink_d73f6847-8390-5a3b-8adb-aa77fe41e575)
CapГtulo 19 (#ulink_5726e463-d5aa-5560-868e-426b28697f30)
CapГtulo 20 (#ulink_dd06ce7d-3404-5d67-a818-d2a43438d546)
CapГtulo 21 (#ulink_8306f3c7-9615-5039-b809-7a96230b7dd8)
CapГtulo 22 (#ulink_8cd2e149-139e-5f4c-9d7b-d78cb5a66290)
Referencias bibliogrГЎficas (#ulink_a7fbf6c5-7056-5243-b547-4e1d931eab6f)
Stefano Vignaroli
La sombra del campanile
Traductora: MarГa Acosta DГaz
A Giuseppe Luconi y Mario Pasquinelli,
ilustres conciudadanos que son
parte de la Historia de Jesi.
В© 2015 Amici di Jesi
В© 2020 Tektime
Todos los derechos de reproducciГіn, distribuciГіn y traducciГіn estГЎn reservados.
Los pГЎrrafos sobre la historia de Jesi han sido extraГdos y libremente adaptados de los textos de Giuseppe Luconi.
Ilustraciones del profesor Mario Pasquinelli, amablemente cedidas por los herederos legГtimos.
En la cubierta: Jesi ― Portalón de Palazzo Franciolini ― Foto de Franco Marinelli
TraducciГіn al espaГ±ol de MarГa Acosta DГaz
Sitio web: http://www.stedevigna.com
Email de contacto: stedevigna@gmail.com
Stefano Vignaroli
El impresor
La sombra del campanile
Prefacio
Jesi ya no os parecerГЎ la misma cuando hayГЎis leГdo El Impresor. El primer episodio de la trilogГa, La Sombra del Campanile, es la Гєltima novela de Stefano Vignaroli: en ella se narran las vivencias paralelas de la joven y encantadora archivista Lucia Baldeschi y de su homГіnima antepasada, que viviГі 500 aГ±os antes. Le ha legado un misterio, cuyos rastros se esconden entre las piedras, la arquitectura y los textos histГіricos de la ciudad.
Novela apasionante e hipnГіtica. Cierto, porque, sin darse cuenta, el lector acaba por asumir el punto de vista de la estudiosa, a ojos de la cual calles y palacios pierden su austera e indiferente belleza, para convertirse en testigos solemnes de un tГ©trico pasado. Pasadizos secretos, bosques infestados de bandoleros, valerosos guerreros y despiadados mercenarios, presuntas brujas y doncellas indefensas, altos dignatarios de la Iglesia y frailes, nobles y plebeyos. Son estos los que llenan y animan la acciГіn, en un constante crescendo de tensiГіn, en el que los lugares no hacen de fondo sino que se convierten en parte integrante y sugestiva de una narraciГіn fascinante. Una novela histГіrica en todos los sentidos, tambiГ©n, y sobre todo, por la capacidad del autor de revivir usos y costumbres de una sociedad, la de Jesi. Hoy como ayer rica en virtudes pero no exenta de defectos y vilezas. A los cuales nadie, ni siquiera la protagonista, tan autГ©ntica y veraz, resultarГЎ inmune.
Marco Torcoletti
IntroducciГіn
DespuГ©s de haber publicado tres novelas del gГ©nero thriller/policГaco, me parecГa casi imposible el abordaje de una novela histГіrica. Pero la pasiГіn por la historia de mi ciudad fue la motivaciГіn adecuada idГіneo para enfrentarme a este nuevo trabajo. Es obvio que personajes y hechos, a pesar de aprovechar acontecimientos histГіricos realmente documentados, son, en gran parte, fruto de mi fantasГa. He querido dejar invariables los nombres de lugares y de familias importantes de Jesi, justo para conseguir que la narraciГіn sea lo mГЎs verosГmil posible. Si he conseguido el propГіsito, el mismo de todos los escritores, de interesar al lector y hacer que permanezca pegado a la pГЎginas del libro hasta la palabra fin, serГЎ el pГєblico quien lo juzgarГЎ. Yo lo he dado todo, compete a los lectores la ardua sentencia.
La trama se desarrolla en una Jesi renacentista, rica de arte y cultura, en la que estГЎn surgiendo nuevos y suntuosos palacios sobre los restos de la antigua ciudad romana.
La joven Lucia Baldeschi es sobrina del malvado Cardenal, tejedor de oscuras tramas con la finalidad de centralizar tanto el poder temporal como eclesiГЎstico en sus manos. Lucia, muchacha dotada de una inteligencia especial, se hace amiga de un tipГіgrafo, Bernardino, junto al cual compartirГЎ la pasiГіn por el renacimiento de las artes, de la ciencia y de la cultura, que caracterizan al perГodo en toda Italia. TendrГЎ que elegir por fuerza entre el deber obedecer a su tГo, que la criГі y educГі en palacio ante la ausencia de sus padres, y el amor apasionado por Andrea Franciolini, hijo del Capitano del Popolo
y vГctima designada de la tiranГa del Cardenal.
TambiГ©n se cuenta la historia a travГ©s de los ojos de Lucia Balleani, una joven estudiosa descendiente del noble linaje. En 2017, exactamente 500 aГ±os despuГ©s de los hechos, Г©sta Гєltima descubre antiguos documentos en el palacio de la familia y reconstruye toda la compleja historia de la que se habГa perdido el rastro.
Stefano Vignaroli.
CapГtulo 1
La magia no es brujerГa
Paracelso
Bernardino sabГa que vivГa en unos tiempos en los que era realmente peligroso imprimir un texto sin haber obtenido la aprobaciГіn eclesiГЎstica. Si, ademГЎs de eso, el texto era blasfemo y ofendГa a la Iglesia oficial, sacando a relucir doctrinas contrarias a ella, corrГan el riesgo de acabar en la hoguera no sГіlo los libros impresos sino tambiГ©n el autor y el editor. Su imprenta, en VГa delle Botteghe, marchaba bien. HacГa poco que habГa comenzado el siglo XVI y Bernardino era se habГa dado a conocer como tipГіgrafo en toda Italia por haber sustituido los caracteres mГіviles de impresiГіn de madera por los de plomo, mucho mГЎs resistentes y duraderos. Con el mismo clichГ© conseguГa imprimir un millar de copias frente a las trescientas que sus predecesores de la escuela alemana estampaban con los estereotipos de madera, aunque el manipular aquel metal le estaba creando bastantes problemas de salud. HabГa comprado, hacГa ya mГЎs de treinta aГ±os, la imprenta de Federico Conti, un veronГ©s que habГa hecho su fortuna en Jesi, creando la primera ediciГіn impresa en toda Italia de la Divina Comedia del gran poeta Dante Alighieri. Conti habГa alcanzado en poco tiempo la cima de su fortuna, de la misma manera que rГЎpidamente habГa caГdo en desgracia. Bernardino habГa aprovechado la ocasiГіn y habГa adquirido la estupenda imprenta por cuatro cuartos. Con la calma y la paciencia propias de aquellos que provienen del condado Jesino, (Bernardino era originario de Staffolo), habГa hecho crecer su actividad hasta el mГЎximo nivel, sin enfrentarse con las autoridades, siempre honrado y respetado. Hasta ahora, la obra mГЎs importante a la que se habГa dedicado, habГa sido la Storia de Jesi, desde sus orГgenes hasta el nacimiento de Federico II, basada sobre todo lo que se habГa transmitido por tradiciГіn oral y por documentos histГіricos, antiguos manuscritos, contratos, mapas y todo aquello que se conservaba en los palacios de las nobles familias de Jesi: Franciolini, Santoni y Ghislieri. En la preparaciГіn de la obra habГan trabajado Pietro Grizio y Г©l mismo; aunque no era un autГ©ntico escritor, en realidad, a base de estampar pruebas de impresiГіn, habГa adquirido una fantГЎstica familiaridad con la lengua italiana. Una obra que todavГa no habГa terminado y que serГa impresa por sus sucesores sГіlo en el aГ±o 1578, despuГ©s de un notable trabajo de revisiГіn y acabado. Una obra que serГa durante mucho tiempo la mГЎs importante fuente histГіrica sobre la ciudad de Jesi y en la que se inspirarГan, aproximadamente dos siglos despuГ©s, y aГєn mГЎs, Baldassini para sus Memorie Historiche dell’antichissima e regia cittГ di Jesi y Annibaldi para su Guida di Jesi, desaparecida nada menos que en los primeros aГ±os del siglo XX. Una obra grande e importante, todavГa en marcha, que habГa dejado pendiente, para publicar un librito que habГa sido encargado por una muchacha de unos veinte aГ±os. ВїQuГ© habГa pasado por la cabeza de Bernardino para imprimir un opГєsculo dedicado al culto pagano de la Diosa Madre y a la curaciГіn con las hierbas medicinales? El Inquisidor jefe de la ciudad, el Cardenal Artemio Baldeschi, podrГa irrumpir en su taller de un momento a otro, a lo mejor instigado por algГєn otro tipГіgrafo celoso por sus Г©xitos. Y todo esto por hacer un favor a la sobrina del Cardenal, Lucia Baldeschi. ВїA los cincuenta aГ±os habГa perdido la cabeza por aquella doncella?
No, era improbable, decГa para sus adentros el impresor. No podrГa seguramente mantener una noche de amor con una joven potranca, aunque… Aunque la sola idea de poder acariciarle las manos con las suyas le excitaba un poco, pero mandaba aquellos impulsos a los ГЎngulos mГЎs recГіnditos de su mente.
A cambio de la impresiГіn del manual, la joven bruja habГa prometido a Bernardino una cura eficaz para la ciГЎtica que lo afligГa desde hacГa aГ±os y un ungГјento que le protegerГa de la absorciГіn del polvo de plomo a travГ©s de la piel agrietada de las manos.
―La culpa de tu anemia y de los dolores de hueso son del plomo que manejas cada dГa. Se absorbe a travГ©s de la piel e inhalando su polvo mientras se respira. Si quieres vivir mucho mГЎs tiempo sigue mis consejos.
Lucia era una mujer joven, en ese momento tenГa veinte aГ±os, mГЎs bien alta, morena, con los ojos color avellana siempre en movimiento, siempre a la bГєsqueda de todo tipo de detalles. No se le escapaba nada de lo que sucedГa a su alrededor, tenГa un oГdo finГsimo y tambiГ©n la capacidad de la clarividencia; ademГЎs, era capaz de curar, con las hierbas y los remedios naturales, una gran variedad de enfermedades. Esto era lo que sabГa oficialmente quien la conocГa. En realidad, Lucia estaba dotada de unos poderes desconocidos para la mayor parte de las personas normales pero intentaba no revelarlos a nadie, sobre todo por el hecho de que vivГa bajo el mismo techo que su tГo. Era un niГ±a de nueve aГ±os cuando, mientras asistГa a la quema de Lodomilla Ruggieri en la plaza pГєblica, se habГa quedado conmocionada por el espectГЎculo escalofriante de la ejecuciГіn. La abuela la mantenГa cogida de la mano en medio de la multitud que esperaba que la condenada saliese de la fortaleza, en la cima de la Salita
della Morte. La mujer, montada en un mulo, con las manos atadas a las riendas, los vestidos rotos que dejaban al descubierto su desnudez, estaba visiblemente destrozada por las torturas que los inquisidores le habГan infligido con el fin de que confesase sus pecados. TenГa un ojo morado, un hombro dislocado y, cuando le hicieron bajar del mulo, casi no era capaz de tenerse en pie. Fue atada al palo, con los brazos en alto, de manera que no se desplomase sobre las rodillas. A continuaciГіn fue dispuesta la madera debajo de sus pies y alrededor de sus piernas. Un sacerdote se le acercГі con la cruz:
―¿Reniegas de Satanás?
Por toda respuesta Lodomilla habГa escupido a la cruz y al sacerdote y las llamas habГan prendido en el montГіn de leГ±a. Los gritos de la mujer que se quemaba eran inhumanos, Lucia no podГa soportarlos y habГa pensado con intensidad que si en ese momento se produjese una lluvia torrencial el agua apagarГa el fuego y, de alguna forma, la pobrecilla se podrГa salvar. MirГі al cielo y lo vio cargarse enseguida de nubes negras que amenazaban lluvia. Lucia comprendiГі que bastaba que el pensamiento ordenase a las nubes que lloviese y se desencadenarГa el diluvio. La abuela, que conocГa las capacidades de la niГ±a, a la que habГa comenzado a enseГ±ar los rudimentos de la magia, la parГі a tiempo.
―Si no quieres tener el mismo fin que Ludomilla, frena tus instintos. Es la Diosa la que ha llamado a nuestra amiga, de lo contrario con sus artes mГЎgicas se habrГa librado de las llamas. Dentro de poco dejarГЎ de sufrir y su espГritu serГЎ acogido por la Buena Diosa.
Se sintiГі el estruendo de algГєn trueno pero no cayГі ni una sola gota de agua. Las nubes se desvanecieron y el cielo se serenГі. El azul de la jornada de finales de mayo era atravesado solamente por una columna de humo negro que se alzaba desde la pira. Lodomilla era ya un tizГіn ardiente sin vida. Alguien continuГі tirando haces de leГ±a y alimentando el fuego hasta que de la bruja no quedaron mГЎs que cenizas.
Desde aquel dГa Lucia habГa intuido que, con sus poderes, podГa dominar los diversos elementos de la naturaleza, poniГ©ndolos a su servicio, tanto para el bien como para el mal. Su abuela habГa intentado guiarla en el camino para conseguir el control de sus artes mГЎgicas, le habГa enseГ±ado a reconocer las hierbas medicinales, las que curaban y las tГіxicas, las que tenГan actuaban como estupefaciente y las que poseГan presuntos poderes mГЎgicos. Le habГa enseГ±ado a pronunciar encantamientos y a realizar talismanes y, cuando cumpliГі los catorce aГ±os, le habГa dicho:
―SГіlo las brujas mГЎs poderosas logran controlar los cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. La uniГіn de estos estГЎ representada por la quintaesencia, por el espГritu, que puede liberarse hacia lo alto, hacerte volar y, desde el cielo, permitirte ver cosas que de otra manera no verГas. Puedes ver el pasado, prever el futuro, conversar con los espГritus de nuestros antepasados o escuchar lo que yo, o un ser querido, querrГa decirte sin estar cerca de ti. Puedes penetrar en la mente de los otros y leer sus pensamientos mГЎs Гntimos. Creo que tu puedes ser capaz de usar todas estas facultades, pero recuerda, Гєsalas siempre para hacer el bien. La magia negra, la que algunos usan para fines malvados, antes o despuГ©s, se vuelve contra quien la practica.
Mientras hablaba de esta manera habГa abierto un arcГіn y habГa dado a la nieta un antiguo manuscrito, en el interior de un estuche de piel negra sobre el que estaba grabado un pentГЎculo, una estrella de cinco puntas inscrita en un cГrculo. Era el diario de la familia que pasaba de madre a hija, en este caso de abuela a nieta porque la mamГЎ de Lucia habГa muerto cuando ella era todavГa muy pequeГ±a. El diario en que cada bruja incluГa sus experiencias, los sortilegios inventados, las curaciones hechas, las experiencias mГЎgicas que cada una de ellas habГa podido experimentar, de manera que el conocimiento y la sabidurГa aumentasen con el tiempo. Lucia habГa comprendido que ahora ya era capaz de controlar los cuatro elementos cuando, concentrГЎndose, conseguГa materializar una esfera semi fluida que fluctuaba entre sus manos unidas en forma de copa, apartГЎndose de sus palmas un poco. La esfera no era otra cosa que su espГritu, una mezcla de colores que, girando, en ciertos momentos, se mezclaban entre ellos produciendo infinitas tonalidades, en otros se dibujaban como si cada elemento quisiese recuperar su naturaleza y separarse de los otros. ReconocГa el aire por el color amarillo, la tierra por el color verde, el agua por el color azul y el fuego por el color rojo. PodГa ordenar a cada uno de esos elementos que hiciese lo que su mente deseaba, para el bien o para el mal. Si, por ejemplo, querГa utilizar el fuego, su mente seleccionaba aquel elemento y desde la esfera podГa partir una bola de fuego, mГЎs o menos grande, segГєn sus exigencias. Encender el fuego en el brasero era lo mГЎs sencillo del mundo: bastaba con que la leГ±a estuviese dispuesta para ser encendida, una pequeГ±a bola Гgnea era dirigida por Lucia hacia ella y enseguida tenГa un bonito fuego crepitante. Pero aquellos poderes tambiГ©n podГan ser peligrosos. Un dГa, una chavalita de su misma edad, llamada Elisabetta, la habГa apostrofado por la calle, burlГЎndose de ella porque ya habГa cumplido quince aГ±os y ningГєn joven le habГa prestado atenciГіn.
―Dicen que eres una bruja, ningГєn hombre te querrГЎ, porque las que son como tГє hacen el amor sГіlo con el diablo. El hecho es que, aquel con quien os apareГЎis, no es el diablo sino el cabrГіn de Tonio, el labriego que tiene las tierras mГЎs allГЎ del rГo.
Lucia le lanzГі una bola de fuego tan grande como nunca la habГa hecho hasta el momento y los vestidos y los cabellos de la desgraciada se incendiaron. Luego invocГі al aire, levantГі los brazos sobre la cabeza y, con movimientos circulares de los mismos, dio origen a un remolino que se separГі de ella en direcciГіn a la otra muchacha. El viento alimentГі aГєn mГЎs las llamas, Elisabetta sintiГі el dolor lacerante sobre su piel y comenzГі a chillar. Entonces Lucia se acordГі de las recomendaciones de la abuela y sintiГі piedad por aquella impertinente. InvocГі al agua e hizo desencadenar un imprevisto chubasco, luego pidiГі a la tierra que le suministrase unas hierbas para hacer una cataplasma para aplicar sobre las quemaduras de la muchacha. DespuГ©s de todo, no habГa sucedido nada grave, la muchacha sГіlo tenГa la tГєnica medio quemada y la piel enrojecida, ni siquiera se habГan formado ampollas. TendrГa que cortarse el pelo, dado que los que le quedaban se habГan encrespado de tal manera que la hacГan parecer un puerco espГn, pero ya le crecerГan.
―No te cruces mГЎs en mi camino, la prГіxima vez podrГa no conseguir frenarme.
―Bruja, te denunciaré a las autoridades. Acabarás ardiendo viva. En la hoguera. En la plaza pública. Y yo estaré observando mientras las llamas te consumen. ¡Bruja! ¡Bruja!
Aquellas palabras le trajeron a la mente la ejecuciГіn de la bruja Lodomilla, a la que habГa asistido de niГ±a. Sin decir nada mГЎs y sin invocar otra vez a sus poderes, Lucia se alejГі de aquel lugar, esperando que el posible relato de Elisabetta no fuese tomado en serio y volviГі a casa, en el Palacio Baldeschi, un enorme edificio que se asomaba a la Plaza del Mercado. Se habГa acabado la ampliaciГіn del palacio hacГa unos pocos aГ±os, sobre la base de una construcciГіn que se remontaba a mГЎs de tres siglos antes, por la voluntad de su tГo, el Cardenal Artemio Baldeschi, que ademГЎs era el hermano de su abuela. La suntuosa mansiГіn estaba ubicada entre la nueva iglesia de San Floriano y la Catedral. Г‰sta Гєltima era una magnГfica iglesia de estilo gГіtico, embellecida por hermosГsimas agujas en la fachada, por un interior amplio de tres naves, capaces de acoger a mГЎs de dos mil fieles. Por desgracia habГa sido construida sobre la base del templo de JГєpiter y de las antiguas termas romanas, sin que, quien la habГa construido en su dГa, se hubiese preocupado mucho por afianzar los cimientos, dado que la construcciГіn era inestable y se deberГa tirar para hacer sitio a una nueva iglesia dedicada al patrГіn de la ciudad, San Settimio, cuyas reliquias habГan sido conservadas en la cripta de la antigua catedral. Por ahora, el Cardenal celebraba la Santa Misa cada domingo en la iglesia de San Floriano y habГa conseguido tambiГ©n que el convento anejo, que debГa ser destinado a los frailes de la orden de los Dominicos, se convirtiese, en cambio, en la sede del Tribunal de la Santa InquisiciГіn, siendo Г©l el Inquisidor Jefe. Los dominicos habГan sido relegados a un convento en el valle, realizado en una vieja construcciГіn del siglo XII, cerca de la iglesia de San Bernardo y del convento de las hermanas Clarisas del Valle.
A Lucia se le encogiГі el corazГіn cuando, despuГ©s de pasados unos dГas, fue llamada por su tГo abuelo Artemio
a su estudio, en la otra ala del palacio, diferente a la que habitaban ella y su abuela. El estudio del tГo era una habitaciГіn enorme, amueblada de manera esplГ©ndida, las paredes embellecidas con tapices, el suelo recubierto en parte con una enorme alfombra. Toda una pared estaba ocupada por una librerГa que contenГa textos sagrados y profanos, manuscritos de encomiable factura y algunos textos impresos, entre los que se encontraba una copia de la Divina Comedia de Dante Alighieri, realizada algunos aГ±os atrГЎs por Federico Conti en su imprenta de Jesi. Lucia habrГa dado cualquier cosa por poder consultar esos textos pero siempre se lo habГan prohibido taxativamente.
El olor de los terciopelos que recubrГan sillas y butacas contribuГan a convertir el aire de la estancia en pesado e irrespirable, casi al lГmite de la asfixia. Las ventanas que daban a la plaza permitГan al Cardenal dar una ojeada al corazГіn neurГЎlgico de su ciudad, manteniendo bajo control a sus ilustres conciudadanos, pero siempre estaban cerradas hermГ©ticamente para impedir a los ruidos de la plaza y de las calles molestar la concentraciГіn del mГЎs alto prelado del lugar. El cargo cardenalicio le permitГa estar por encima de cualquier otro cargo polГtico, pudiendo impugnar incluso cualquier decisiГіn del Capitano del Popolo que residГa en el cercano Palazzo del Governo. El poder que le habГa conferido el Papa Alessandro VI y que habГa sido confirmado por sus sucesores, Pio III, Giulio II y Leone X, era, de hecho, respetado y temido por todas las otras autoridades locales.
El Cardenal ofreciГі la mano anillada a la nieta para que la besase, luego la invitГі a sentarse en una de las imponentes sillas dispuestas enfrente de su escritorio.
―Lucia, mi querida sobrina, ya no eres una niГ±a y es el momento adecuado para encontrarte un hombre que sea un digno marido. Si en tu mente no hay ningГєn otro joven, querrГa proponerte al hijo del Capitano del Popolo, Andrea. Tiene veinte aГ±os, es un joven guapo y es muy bueno tanto cabalgando como utilizando las armas.
Se volviГі hacia ella mientras limpiaba las lentes de sus gafas, de exquisita factura veneciana, con un pequeГ±o paГ±o. A la espera de que la joven respondiese, echГі un poco de hГЎlito sobre sus lentes, las frotГі con cuidado con el paГ±o y volviГі a ponerse las gafas, mirando fijamente y de manera penetrante a los ojos de Lucia.
El Cardenal, que frisaba los sesenta, a parte de los cabellos grises, era todavГa una persona fuerte, robusta, alta y esbelta; los ojos marrones de mirada aguda resaltaban sobre la piel clara del rostro que, a pesar de la edad, no aparecГa todavГa surcado por arrugas evidentes. SГіlo en aquellos raros momentos en que sonreГa se le formaban, a los lados de los ojos, unas patas de gallo. Lucia sabГa que no era aquel el motivo por el que habГa sido llamada e intentaba penetrar en la mente del tГo para saber quГ© querГa realmente, pero sus pensamientos estaban sellados detrГЎs de barreras invisibles y muy resistentes. La abuela la habГa advertido, el tГo Artemio formaba parte de la familia y, como todos sus miembros, estaba dotado de poderes quizГЎs incluso mГЎs fuertes que los de todos ellos. Sin embargo, aparentemente y a los ojos del pueblo, Г©l habГa dedicado su viada a combatir la brujerГa y la herejГa.
―Si tambiГ©n Г©l es un brujo, Вїpor quГ© lucha contra sus iguales? ―le habГa preguntado un dГa Lucia a la abuela.
―Porque es debido a sus derrotas que Г©l consigue aumentar sus poderes. No le des nunca la espalda, nunca te fГes de Г©l, si descubriese que eres una criatura con grandes poderes, aunque seas su sobrina nieta, no dudarГa en condenarte a la hoguera y observar cГіmo te quemas mientras tus poderes se transfieren a Г©l. Cuando estГ©s en su presencia, no pienses, Г©l lee tus pensamientos, incluso los mГЎs escondidos y ademГЎs te impide que leas los suyos.
ВЎY era verdad! En aquel momento Lucia estaba experimentando que no conseguГa de ninguna manera penetrar en su mente, era como si no tuviese pensamientos, sin embargo deberГa tenerlos.
―DeberГa saber si me gusta, conocerlo y entender si puedo enamorarme de Г©l.
―¡Enamorarse, menuda palabra! En las familias nobles como la nuestra uno se casa en base a un contrato. La familia encuentra un buen partido para la muchacha y ella honrará al marido que le han escogido. Pero quiero llegar a un pacto contigo. Yo y el Capitano del Popolo, Guglielmo dei Franciolini, organizaremos una fiesta en la que tendréis oportunidad de conoceros, tú y Andrea. Y ahora vete, ya te diré cuándo tendrá lugar la fiesta.
Sin responderle, Lucia se levantГі de la silla y estaba a punto de irse cuando el Cardenal le dirigiГі otra vez la palabra.
―¡Ah, me olvidaba! ―dijo, casi como si fuese una cosa a la que no daba ninguna importancia ―Me han dicho que hace algunos dГas has ayudado a una compaГ±era tuya a la que se le habГan incendiado los vestidos. ВЎBrava! Nosotros, los Baldeschi, debemos distinguirnos en esta ciudad y mostrar que ayudamos al prГіjimo en cualquier tipo de circunstancias.
En ese momento Lucia tuvo la percepciГіn de la mente del tГo que estaba investigando los lugares mГЎs remotos de su cerebro. TodavГa no conseguГa imponerse no pensar pero intentГі recordar la escena en su mente de manera distinta a cГіmo habГa ocurrido realmente. Perfecto, Elisabetta se habГa acercado a la hoguera que el maestro tintorero habГa encendido enfrente de su taller al comienzo de la bajada del Fortino, para poner a cocer la enorme cacerola con agua donde deberГa sumergir los tejidos para teГ±ir con sus colores llamativos. Un trozo del sayal de la chiquilla habГa sido lamido por las llamas que habГan ascendido en un santiamГ©n y habГan llegado hasta quemarle los cabellos. Por suerte, de repente se habГa puesto a llover y Lucia, que pasaba por allГ por casualidad, habГa observado su piel enrojecida y habГa sacado del morral un frasco de ungГјento a base de ГЎloe vera y semillas de lino, un remedio natural para las quemaduras que preparaba la abuela.
―¡Brava, estoy orgulloso de ti! ―repitió el Cardenal.
Lucia saliГі de la habitaciГіn esperando en el fondo de su corazГіn haber engaГ±ado al tГo, aunque no podГa estar segura.
Si sabe que soy realmente una bruja y tengo poderes que Г©l podrГa envidiarme ВїquГ© harГЎ? ВїMe tendrГЎ bajo control hasta que no estГ© seguro de mis capacidades para, mГЎs tarde, enviarme sin piedad a la hoguera y observar como muero entre las llamas? Pero Вїentonces por quГ© me propone un marido? ВЎBah! QuizГЎs es un juego polГtico. Casar a su sobrina nieta con el hijo del Capitano del Popolo aumentarГЎ todavГa mГЎs su poder temporal en esta ciudad, en la que aГєn muchos habitantes se proclaman gibelinos. No me asombrarГa que el tГo quiera centralizar sobre Г©l tanto el poder religioso como el polГtico. Estate atenta, Lucia, y no te dejes embaucar ni por el tГo ni por este joven Andrea.
HabrГa querido saber mГЎs sobre Andrea antes de conocerlo en la fiesta oficial. QuiГ©n sabe cuГЎndo tendrГa lugar este evento. Si el tГo lo habГa planteado, era seguro que no tardarГa mucho en organizarlo.
Inmersa en sus pensamientos, atravesГі el largo pasillo que la llevaba al ala del palacio en la que vivГa. Ya en el fondo del pasillo descendiГі la escalinata, encontrГЎndose en el piso de abajo, en el vestГbulo enfrente del portalГіn de entrada. DeberГa haber subido la escalera que habГa enfrente de ella para llegar a sus dependencias. A su derecha, a travГ©s de una puerta de madera, se podГa acceder a los establos. Morocco, su corcel preferido, percibiГі su presencia y relinchГі para saludar a la muchacha que fue tentada a empujar la puerta lo necesario para meterse dentro e ir a acariciar al negro caballo. Pero su atenciГіn fue atraГda por otra puertecilla de madera que conducГa a los subterrГЎneos del palacio. Habitualmente aquella puerta estaba cerrada pero aquel dГa, sorprendentemente, estaba entreabierta. La abuela le habГa advertido mГЎs de una vez que no se aventurase en los subterrГЎneos. AllГ abajo habГa un laberinto en el cual era fГЎcil perderse, representado por las calles y las estancias de las antiguas construcciones de la Г©poca romana. De hecho, todos los edificios mГЎs recientes apoyaban sus cimientos sobre las antiguas construcciones romanas. La curiosidad de Lucia era demasiado fuerte. Pensaba que si aquellos rincones, los que ahora eran tГєneles, galerГas y bodegas, hubieran estado en un tiempo habitados, los espГritus de los antiguos habitantes podrГan hablar con ella, contarle historias, confiarle sus miedos y sus sentimientos. A fin de cuentas el Palacio Baldeschi surgГa justo coincidiendo con lo que en tiempos de los romanos era la acrГіpolis, el foro, el centro comercial y polГtico de la ciudad. AllГ estaban los templos, allГ estaban las termas, un poco mГЎs allГЎ, donde ahora se alzaba el novГsimo Palazzo del Governo, habГa un enorme anfiteatro; mГЎs cerca, prГіxima a las murallas occidentales de la ciudad, la gran cisterna para el aprovisionamiento del agua.
AllГЎ abajo habrГЎ una oscuridad total, pensГі Lucia. NecesitarГ© una fuente de luz.
EntrГі en el establo y dio dos caricias a Morocco que reclamГі la zanahoria que la muchacha habitualmente le llevaba como regalo. Lucia la sacГі del bolsillo y el animal se dio prisa en cogerla con delicadeza, con los labios, de sus manos. AcariciГі al caballo sobre el morro mientras buscaba con la mirada una linterna. La vio, la desenganchГі del clavo en la que estaba colgada, comprobГі que estuviese cargada de aceite, luego concentrГі su mirada sobre la mecha que, en unos segundos, se encendiГі. RegulГі la llama al mГnimo, saliГі del establo y se aventurГі por las irregulares escaleras que se dirigГan hacia las vГsceras de la tierra. Aunque la Tierra era uno de los elementos sobre los que tenГa el control, en ese momento le tenГa un poco de miedo. Casi parecГa que aquella escalera no terminarГa nunca, de lo larga que era. Pero quizГЎs era sГіlo una impresiГіn de Lucia. Finalmente llegГі con el pie al Гєltimo escalГіn. HabГa mucha humedad allГ abajo, a la muchacha se le estaba congelando el sudor encima y el aliento se condensaba en pequeГ±as nubecitas de vapor. LevantГі la llama de la linterna. HabГa distintos pasillos, delimitados por antiguos muros de piedra y rГєsticos ladrillos. Uno, longuГsimo, se perdГa en la oscuridad delante de ella. La abuela le habГa dicho que existГa un largo pasillo que podГa ser utilizado durante los asedios para traspasar las lГneas enemigas y procurar provisiones para el pueblo asediado y armas para los defensores de la ciudad. Tal pasadizo rebasaba incluso los alrededores de la residencia de campo de la familia Baldeschi, al comienzo del camino para Monsano, una poblaciГіn situada a algunas leguas de distancia de Jesi y desde siempre un aliado histГіrico de nuestra ciudad. A su derecha, un pasadizo llevarГa hasta los subterrГЎneos de la catedral, quizГЎs incluso hasta la cripta que acogГa las reliquias de San Settimio. El pasadizo a su izquierda la podrГa conducir tanto a la base de la iglesia de San Floriano como a la antigua cisterna romana. QuiГ©n sabe si Г©sta Гєltima estaba todavГa llena de agua, se preguntaba Lucia. DecidiГі ir hacia su derecha, hacia los subterrГЎneos de la Catedral y, en poco tiempo, se encontrГі en una pequeГ±a capilla cuadrada. Cuatro estatuas de mГЎrmol blanco, sin cabeza, a modo de columnas, sostenГan la bГіveda de crucerГa de la capilla. Con toda probabilidad eran estatuas que, en su momento, habГan embellecido las termas romanas. Privadas de las cabezas, que yacГan acumuladas en un ГЎngulo escondido y oscuro, habГan sido utilizadas, por quien habГa proyectado la catedral, como columnas. En el centro de la capilla, debajo del arco sujetado por los arcos gГіticos, un pequeГ±o altar de piedra hacГa de marco a una teca que contenГa las reliquias del primer obispo de Jesi, Settimio. El santo, como muchos cristianos de la Г©poca, habГa sido martirizado por orden de las autoridades romanas. El gobernador romano que dirigГa la ciudad de Jesi habГa ordenado su decapitaciГіn, despuГ©s de que Settimio hubiese convertido al cristianismo a gran parte de la poblaciГіn, incluida la hija del mismo gobernador. Settimio habГa sido considerado un peligroso enemigo del Imperio de Roma y ajusticiado. Los huesos habГan sido robados por los primeros cristianos para salvarlos de la profanaciГіn de los paganos y escondidos tan bien que, durante siglos y siglos, nadie supo donde estaban. El santo fue decapitado en el aГ±o 304 y sus restos mortales fueron encontrados sГіlo despuГ©s de 1.165 aГ±os en Alemania. Por consiguiente, habГan sido devueltos a aquel lugar de culto sГіlo unos cincuenta aГ±os antes.
ВЎQuГ© extraГ±a es la humanidad!, se dijo Lucia para sus adentros. El mismo tratamiento que los romanos reservaban a los primeros cristianos que eran perseguidos, ahora la Iglesia CatГіlica parece reservarlo a quien no piensa como ella: quien se aparta de la doctrina oficial es tachado de herejГa y puede acabar muerto en la plaza pГєblica. Brujas, herejes, hebreos… son procesados y puestos en la hoguera, sГіlo porque, a lo mejor, han tenido el valor de manifestar sus propias ideas y sabidurГa. Pero, ahora la Iglesia se desquita con los herejes; puede que un maГ±ana, en un futuro, cualquier otra facciГіn tomarГЎ el control y puede que sean de nuevo los cristianos los perseguidos. ВїPor quГ© en este mundo no es posible la justicia? ВїQuГ© Dios es Г©ste que permite que en el mundo, pero sobre todo en el corazГіn del hombre, exista tanta maldad?
Mientras seguГa el recorrido de sus pensamientos un dГ©bil rayo de luz generado por un sol cercano al crepГєsculo consiguiГі filtrarse desde una pequeГ±a ventana con parteluz, situada en lo alto, enfrente del ГЎbside de la catedral que estaba encima, yendo a iluminar aquella zona en que habГan sido amontonadas las cabezas de las estatuas romanas. La atenciГіn de Lucia se parГі en algunos detalles que no habГa conseguido notar antes, allГ, cerca de aquellas cabezas esculpidas en piedra muchos siglos antes. En el suelo de tierra batida habГa sido dibujado una especie de pentГЎculo, distinto del que habitualmente veГa dibujado en la cubierta del diario de la familia que le habГa sido entregado con anterioridad por su abuela. El dibujo parecГa asimГ©trico, representaba una estrella de siete puntas generada trazando una lГnea continua en el interior de un cГrculo. Cada punta de la estrella cortaba un punto de la circunferencia, enfrente de cada uno de ellos habГan sido escritos unos caracteres hebraicos, de los que Lucia no conocГa el significado. Coincidiendo con cada uno de los siete puntos se podГa ver el rastro de cera caГda, dejada por una vela que habГa sido encendida. En el centro de la figura dos muГ±ecas de trapo, realizadas con paja alrededor de la cual se habГan envuelto vestidos en miniatura. Representaban a una mujer anciana y a una muchacha: los vestidos de la anciana estaban quemados mientras que la joven tenГa un alfiler clavado a la altura del pecho. Lucia tuvo un sobresalto, el corazГіn comenzГі a latirle a lo loco, en un santiamГ©n habГa comprendido todo. En aquel lugar habГan sido realizados ritos de magia negra y las muГ±ecas simbolizaban a su abuela y a ella. Era evidente que alguien las querГa ver sufrir, e incluso muertas. ВїQuiГ©n? ВїQuiГ©n podГa ser? Una sola persona podГa haber bajado allГ. La iglesia que estaba encima ahora ya estaba cerrada, prohibida para los fieles desde hacГa mГЎs de un aГ±o, y por lo tanto la cripta no podГa ser accesible desde la catedral. El pasadizo que habГa recorrido ella estaba cerrado por una puerta constantemente bloqueada y la llave sГіlo la tenГa su tГo, el Cardenal, el Inquisidor jefe Artemio Baldeschi. Era verdad, hacГa mucho tiempo que en Jesi no tenГan lugar ejecuciones capitales, la Гєltima hoguera se habГa encendido seis aГ±os antes, en la que habГa perdido la vida Lodomilla. Ahora el Cardenal debГa aplacar su sed, su necesidad de vГctimas, su deseo de asistir al sufrimiento y a la muerte directamente bajo sus ojos, bajo su mirada. Ya, porque al contrario de la mayorГa de los inquisidores que, una vez pronunciada la condena, entregaban la vГctima al brazo secular de la ley, evitando presenciar el suplicio de los que habГa condenado, Artemio a menudo contemplaba la ejecuciГіn en primera fila, a veces cogiendo la antorcha y prendiendo fuego a la pira. ParecГa que sentГa un gusto sГЎdico al ver a su vГctima retorcerse entre las llamas, continuaba mirГЎndola fijamente hasta el fin y por un motivo concreto: capturar el alma del condenado en el momento mismo en que abandonaba su cuerpo mortal.
Entristecida por estas reflexione, atemorizada por lo que habГa visto, Lucia aferrГі la linterna y se precipitГі hacia las escaleras con la mente ocupaba por un Гєnico temor. ВїEncontrarГa la puerta abierta? ВїY si el tГo se hubiese acordado de no haberla cerrado y hubiese vuelto a atrancarla? ВїO si quizГЎs lo habГa hecho adrede, para inducirla a bajar y enterrarla viva? No, no hubiera sido bastante para Artemio, Г©l debГa ver en la cara el sufrimiento de la propia vГctima, no serГa algo propio de Г©l dejarla morir allГ. QuerГa sГіlo atemorizarla y lo habГa conseguido. La pequeГ±a puerta de madera estaba abierta, Lucia saliГі al vestГbulo, volviГі a poner la linterna donde la habГa cogido, ni siquiera mirГі a Morocco y saliГі corriendo al aire libre, a la plaza, todavГa con el corazГіn sobrecogido.
Casi era la puesta de sol de un cГЎlido dГa de finales de mayo y la luz rojiza del sol regalaba unos colores espectaculares a la estupenda plaza en la que tres siglos antes habГa nacido el Emperador Federico II di Svevia
. Se dijo a sГ misma que deberГa buscar el significado de los sГmbolos descubiertos en la cripta en el Diario de Familia, en aquel valioso manuscrito que le habГa entregado la abuela. Pero ahora deberГa calmarse y decidiГі dar un pequeГ±o paseo por la ciudad. AtravesГі la plaza hasta llegar al lado opuesto, girГі a la izquierda y descendiГі por la Costa dei Longobardi, para llegar a la parte mГЎs baja de la poblaciГіn, donde vivГan mercaderes y artesanos. Los edificios eran menos suntuosos con respecto a los de la parte alta de la ciudad pero, de todas formas, estaban ennoblecidos con elementos decorativos, con refinados portales y molduras alrededor de las ventanas. Las fachadas estaba casi todas embellecidas con enlucidos, pintados en color pastel, como el azul celeste, el amarillo, el ocre, el naranja suave; por lo general no se dejaban los ladrillos a vista, como en cambio sucedГa en los edificios seГ±oriales del centro. Como recordatorio de que aquellas moradas habГan sido construidas gracias al dinero ganado por quien las habitaban, a menudos sobre los arquitrabes de los portales o las ventanas del primer piso aparecГan frases como De sua pecunia o Suum lucro condita – Ingenio non sorte. En el fondo de la Costa dei Longobardi, girando a la derecha, en poco tiempo se podГa llegar a la iglesia dedicada al apГіstol Pietro, hecha construir por la comunicad longobarda residente en Jesi en la segunda mitad del siglo trece. Principi Apostolorum – MCCLXXXXIIII, se leГa encima del portal; quien habГa grabado la fecha no se acordaba muy bien de cГіmo se escribГan los nГєmeros en latГn o quizГЎs nunca lo habГa sabido al ser un arquitecto de origen bizantino, ya habituado a tener que lidiar con las cifras ГЎrabes, mucho mГЎs simples de memorizar. Enfrente de la iglesia, el Palazzo dei Franciolini, acabado de construir, era la residencia del Capitano del Popolo, Guglielmo dei Franciolini. TambiГ©n Г©l habГa hecho su fortuna como mercader dado que, despuГ©s del descubrimiento del Nuevo Mundo, nuevos canales comerciales habГan sido abiertos y muchas mercancГas nuevas habГan llegado incluso hasta Jesi. Quien habГa podido, habГa aprovechado la ocasiГіn y habГa conseguido en poco tiempo acumular notables riquezas. Lucia se parГі bajo el rico portal del palacio, limitado por dos columnas y por algunos azulejos cuadrados de piedra arenisca, decorados con representaciones de Dios y sГmbolos de la Г©poca romana. Con toda probabilidad, al excavar los cimientos del edificio, habГan sido descubiertos elementos decorativos de una casa de algГєn patricio romano y estos habГan sido reutilizados para adornar el portal. Lucia reconociГі al dios Pan, Bacco, la Diosa Diana, y luego tambiГ©n los lirios de tres puntas y… una estrella de seis puntas formada por dos triГЎngulos entrecruzados – extraГ±o, Вїno era por casualidad el sГmbolo de los hebreos? –y otra estrella de cinco puntas, un pentГЎculo
y… una estrella de siete puntas inscrita en una circunferencia, igual en todo a la que habГa visto poco antes en la cripta. Estos Гєltimos dibujos no podГan remontarse a la Г©poca romana y, de hecho, observando con atenciГіn las baldosas sobre los que estaban realizados, se notaba que Г©stas eran de factura diversa, mГЎs recientes respecto a las otras, quizГЎs hechas con el fin de decorar el portal. ВїPero quГ© significado tenГa todo esto? En aquella plaza convivГa lo sagrado con lo profano: por un lado la iglesia dedicada al principal de los apГіstoles, Pedro, el primer Papa de la historia del cristianismo, de la otra figuras paganas y sГmbolos que podГan acusar al dueГ±o de la casa de ser un herГ©tico. Y sin embargo el tГo Cardenal estaba en buenas relaciones con los Franciolini, ВЎincluso le habГa propuesto al hijo como su prometido! Cuanto mГЎs miraba aquellos sГmbolos mГЎs pensaba Lucia que en aquel lugar hubiese algo mГЎgico. QuizГЎs aquel palacio habГa sido construido sobre las ruinas de un templo pagano y habГa mantenido sus peculiaridades. IntentГі concentrarse, abrir su tercer ojo a las visiones, invocГі a su espГritu, para liberarlo hacia arriba y que escrutase los elementos que de otra manera no habrГa visto. Entre sus manos juntas, en forma de copa, se estaba materializando la bola semi fluida de distintos colores, cuando el portalГіn del palacio se abriГі de par en par de repente, mostrando en la penumbra a un joven que llevaba puesta una ligera armadura de batalla, montando un potente caballo, a su vez, con la cabeza cubierta para protegerse de eventuales golpes que le podГan ser infligidos por espadas o lanzas.
El caballero mantenГa en la mano derecha el estandarte de la RepГєblica Jesina, constituido por el leГіn rampante adornado con la corona real. En cuanto el portalГіn se abriГі completamente, incitГі al caballo a salir al exterior, casi arrollando a Lucia que estaba allГ delante. La muchacha, atemorizada, se desconcentrГі y la esfera desapareciГі enseguida. El caballo, enfrente del obstГЎculo imprevisto, se encabritГі dando patadas al aire con las patas delanteras. Lucia sintiГі una pezuГ±a a poca distancia de su cara pero no se dejГі llevar por el pГЎnico y clavГі su mirada en los ojos azul marino del caballero, que tenГa la visera del yelmo alzada. Durante un momento se perdiГі en aquellos ojos, el caballo se tranquilizГі y el caballero respondiГі a la mirada de la damisela, mirando fijamente, a su vez, a los ojos color avellana de la muchacha. Hubo un momento de calma, de total silencio, el cruce de dos miradas parecГa haber parado el tiempo.
ВїQuiГ©n era aquel guapo caballero, preparado para una hipotГ©tica batalla en defensa de su ciudad? ВїQuizГЎs era Andrea? Si hubiera sido asГ, ВЎtendrГa que estarle agradecida a su malvado tГo! Pero quizГЎs los Franciolini tenГan otros hijos. No tuvo tiempo de abrir la boca porque despuГ©s de unos segundos, las campanas de la iglesia de San Pietro comenzaron a sonar y a ella, poco a poco, se unieron las de la iglesia de San Bernardo, luego las de San Benedetto y, en fin, las de San Floriano. Lanzando una Гєltima mirada a Lucia, el caballero incitГі a su caballo, llegando a la limГtrofe Piazza del Palio, el enorme espacio en el interior de los muros, dominado por el Torrione di Mezzogiorno. En breve, otros caballeros armados se pusieron alrededor de aquel que estrechaba en su mano el estandarte, luego llegГі tambiГ©n gente a pie, armada de ballestas, puГ±ales y cualquier tipo de arma que pudiese ser usada contra el enemigo.
―¡Los anconitanos nos estГЎn atacando! ―gritГі el noble Franciolini ―Los han avistado nuestros vigГas desde el Torrione di Mezzogiorno. Hoy, 30 de Mayo de 1517, nos preparamos para defender los muros de nuestra ciudad.
Todas las puertas se cerraron, la mayor parte de los hombres de a pie se dispusieron sobre el adarve mientras que los caballeros se reunieron en el espacio interior de Porta Valle, preparados para una salida contra el enemigo. Pero por esa noche, el ejГ©rcito anconitano, guiado por el Duca Berengario di Montacuto, no se acercГі a Jesi, quedГі acampado mГЎs abajo, a pocas leguas de la poblaciГіn de Monsano, semi escondido en el bosque ribereГ±o cercano al rГo Esino.
Durante algunos dГas se mantuvo la alerta. Al anochecer las escoltas llegaban hasta el adarve para reforzar la guardia habitualmente delegada en algunos vigГas y desde los muros se escuchaba la advertencia de un canto que la poblaciГіn, desde hacГa bastantes aГ±os, no oГa:
El Capitano del Popolo habГa impuesto el toque de queda a los ciudadanos. A las nueve de la noche quien no subГa al adarve de los muros debГa retirarse a su casa. Pero la guardia estaba destinada a descender muy pronto. Para la noche del 3 de Junio estaba prevista la fiesta en el Palazzo Baldeschi, en la que serГa anunciado el noviazgo de la sobrina del Cardenal, Lucia, con el mГЎs joven de los hijos de la casa Franciolini. En esos dГas, cada vez que Lucia cruzaba la mirada con su tГo, aunque no era capaz de leer sus pensamientos, en su rostro veГa dibujada una sola palabra: traiciГіn. Pero no conseguГa imaginar quГ© interpretaciГіn dar a aquella palabra, al mismo tiempo tan sencilla y tan compleja.
CapГtulo 2
Guglielmo dei Franciolini, Capitano del Popolo de Jesi, era un sabio administrador y sabГa perfectamente que no era el momento adecuado para consentir una suntuosa fiesta justo en los dГas en que el enemigo estaba a las puertas de la ciudad. Pero no podГa ir contra el Cardenal, renovando una vez mГЎs las desavenencias entre la autoridad civil y la eclesiГЎstica. Precisamente unos aГ±os antes, el Palazzo del Governo habГa sido terminado e inaugurado con la bendiciГіn del mismo Papa Alessandro VI que habГa concedido a la ciudadanГa jesina continuar utilizando el leГіn con la corona real, siempre y cuando en la ciudad y en el condado fuese respetada la autoridad eclesiГЎstica. Tanto que, sobre la fachada del palacio, se podГa leer, encima del sГmbolo de la ciudad, la frase Res Publica Aesina – Libertas ecclesiastica – MD. Y por lo tanto el famoso Papa Rodrigo Borgia habГa concedido una cierta libertad a la RepГєblica Jesina, con tal de que se sometiese al poder de la Iglesia. Con este acuerdo, a los jesinos les fueron perdonados los horrores perpetrados en el resto de Le Marche por el hijo del Papa, Cesare Borgia, que se habГa propuesto convertirse en seГ±or absoluto de la Romagna, de Umbria y de Le Marche con la crueldad y la traiciГіn. Era historia pasada, de hace casi veinte aГ±os atrГЎs, pero de todas maneras Guglielmo debГa respetar los pactos. AdemГЎs, eran justo los esponsales de su hijo Andrea con la sobrina del Cardenal los que sellaban aГєn mГЎs el acuerdo entre gГјelfos y gibelinos de su ciudad. A fin de cuentas, el enemigo estaba acampado desde hacГa unos dГas en las orillas del rГo, mucho mГЎs abajo, y no daba muestras de moverse. En aquellas noches con el toque de queda, los vigГas y los guardias no habГan observado movimiento; las fogatas del campamento eran bien visibles, casi como si fuesen mantenidas encendidas a propГіsito durante toda la noche por los anconitanos. El temor, para nada infundado, de Guglielmo y su hijo Andrea, era que todo fuese un truco. QuizГЎs los enemigos esperaban refuerzos para atacar o quizГЎs atraГan la atenciГіn de los jesinos sobre aquel pequeГ±o campamento mientras el grueso del ejГ©rcito aparecerГa por otro lugar. Las primeras horas de la tarde del jueves 3 de junio habГan sido particularmente cГЎlidas. Mientras Guglielmo se preparaba para la ceremonia, ayudado por algunos siervos para vestir los elegantes y coloridos hГЎbitos de brocado que contribuГan a aumentar de manera notable su producciГіn de sudor, terminaba de impartir las Гіrdenes a los comandantes de sus soldados.
―A partir de vГsperas
todas las puertas de la ciudad deberГЎn ser cerradas. Disponed tambiГ©n cadenas en las calles principales de manera que, en caso de irrupciГіn del enemigo, se pueda obstaculizar su avance.
El lugarteniente lo interrumpiГі.
―El Cardenal ha dado órdenes opuestas, mi Señor. Quiere que todas las puertas de la ciudad se dejen abiertas de manera que los nobles que residen en el condado tengan fácil acceso a la ciudad para llegar a su palacio y a la fiesta. No podemos contradecirle.
―¡Reforzad la guardia en los muros! ―gritó el Capitano batiendo un puño sobre la mesa subrayando su orden.
―También sobre esto tengo mis dudas con respecto a hacerlo. El Cardenal, en aras de la seguridad, quiere la mayor parte de la guardia armada alrededor de su palacio.
―¡El Cardenal, el Cardenal! ―Guglielmo estaba poniГ©ndose rojo por la ira y por el calor ―¡De esta manera corremos el riesgo de entregar la ciudad al enemigo! AsГ serГЎ, pero cerraremos todas las puertas de la ciudad al anochecer. Dejaremos abierta sГіlo la puerta de San Floriano, desde donde los nobles rezagados podrГЎn llegar con facilidad al Palazzo Baldeschi. Nunca hemos sufrido asaltos desde la parte occidental de la ciudad. El enemigo asalta siempre el Valle, llegando desde la llanura del Esino. SerГa demasiado engorroso para un ejГ©rcito llegar desde la parte de las colinas. AdemГЎs, en la parte occidental los muros son mucho mГЎs altos y dentro de la puerta de San Floriano tenemos un fortГn dotado con una bombarda, para una defensa suplementaria. Preparad mi caballo y llamad a mi hijo. Es hora de irnos: desfilaremos en procesiГіn con los caballos enjaezados y con armadura por las calles del centro antes de llegar al Palacio del Cardenal.
Asados de la mГЎs variada clase de animales de caza, sopas, ensaladas y pasta, ya a Гєltimas horas de la tarde habГan sido dispuestas sobre la gran mesa en la que se colocarГan los huГ©spedes. El Cardenal tenГa a Lucia cogida de la mano mientras que los siervos rociaban los asados, en particular las grullas, los pavos y los cisnes, con zumo de naranja y agua de rosas, con el fin de convertirlos en mГЎs apetitosos. Los filetes de ternera, una vez cocidos, eran completamente cubiertos de especies y azГєcar. Una particular atenciГіn se habГa reservado a los acompaГ±amientos, verduras de todas clases y colores que, mГЎs que para ser comidas, servГan para alegrar los ojos de los comensales y estimular el apetito. En las soperas se exhibГan sopas de verduras de distintos colores. Las sopas, que habitualmente eran servidas como postre, tenГan un sabor dulce, estaban condimentadas con azГєcar, azafrГЎn, semillas de granada y hierbas aromГЎticas. El autГ©ntico caldo, el que habГa sido preparado haciendo cocer una mezcla de carnes, verduras y especias en agua, se utilizaba como primer plato, sorbe todo en el campo y en los castillos de la nobleza ciudadana. El caldo se bebГa mientras que la carne, quitada del caldo, se comГa aparte y se servГa con hierbas aromГЎticas. El Cardenal habГa dado orden a los cocineros de no servirlo, ya que habГa dado orden, en cambio, de cocinar una novedad, originaria de la Corte de Carlo VIII, los macarrones, obtenidos de la sГ©mola del trigo modelado en forma de gusanos y condimentados con una salsa a base de aceite de oliva, mantequilla y nata. En dos mesas aparte habГan sido colocados los dulces, tartas de manzanas y bizcochos, y la fruta, manzanas, membrillos, castaГ±as, nueces y frutos del bosque. Los vinos de las jarras eran los tГpicos del condado, Verdicchio y Malvasia. SГіlo dos jarras contenГan un vino rojo, un valioso regalo hecho al Cardenal por el Granduca de Portonovo algunos aГ±os antes. En la mesa de los dulces, en cambio, el vino era el de guindas, proveniente del campo de Morro d’Alba.
―Los huГ©spedes comenzarГЎn a llegar en cualquier momento ―dijo el Cardenal volviГ©ndose a Lucia, liberГЎndola finalmente del apretГіn de su helada mano. La joven no habГa conseguido comprender cГіmo su tГo tuviese las manos siempre tan frГas, casi como si la sangre no corriese por sus venas. Ni siquiera el contacto prolongado con la suya, mucho mГЎs cГЎlida, habГa sido capaz de aumentar la temperatura de la de Artemio.
―Vamos a prepararnos.
Hablando de este modo, se retirГі a sus aposentos para acicalarse con gran pompa mientras dos jГіvenes siervas se acercaron a la sobrina. La conducirГan al tocador para dedicarse a ella, dГЎndole primero un baГ±o perfumado, luego embelleciГ©ndola y al fin haciГ©ndole vestir un suntuoso traje de seda verde. Mientras se dejaba cuidar Lucia volvГa a pensar en los ojos de Andrea Franciolini. En esos dГas se habГa informado y el hermoso caballero con el que habГa cruzado la mirada sГіlo durante un momento era justo su prometido. Y se habГa enamorado de sus ojos, de su rostro, de su apostura, era como si, desde siempre, hubiera existido una afinidad alquГmica con Г©l. Lo sentГa ya parte de sГ misma, parte de su misma alma, todo su cuerpo vibraba con el pensamiento de que dentro de poco podrГa hablar con Г©l, conocerlo mejor, fijar su mirada en sus ojos, que non le podrГan, seguramente, ocultarle nada. Se asomГі desde la ventana de la habitaciГіn sintiendo, sin embargo, una extraГ±a sensaciГіn: el cielo de aquella larga jornada que estaba yendo hacia el crepГєsculo estaba del color del plomo. Un manto bochornoso, de humedad, atenazaba la ciudad, infundiendo en su corazГіn la sensaciГіn de que algo feo ocurrirГa pronto y que esta cosa tendrГa repercusiones a largo plazo. No conseguГa imaginГЎrselo, ni siquiera con sus poderes profГ©ticos. La mente del tГo, como de costumbre, tambiГ©n ese dГa estaba hermГ©ticamente cerrada, pero cuando miraba sus ojos sГіlo una palabra continuaba resonando en su cabeza: TraiciГіn. ВїPor quГ©? Hubiera querido materializar su esfera, lanzarla a lo alto del cielo para que observase por ella, pero no podГa hacerlo ahora, delante de testigos. Mientras la sierva rubia y alta acababa de anudar el vestido detrГЎs de la espalda, la de complexiГіn mГЎs menuda y con el cabello oscuro, le hacГa ponerse las joyas, collares y brazaletes de oro y piedras preciosas, de exquisita factura, hechos diseГ±ar por el Cardenal aposta para ella por los joyeros de la escuela de Lucagnolo. En ese momento LucГa sintiГі una especie de mareo, notГі una punzada en el corazГіn como si alguien lo estuviese atravesando con un puГ±al o con una espada. Se dejГі caer en la silla mientras perdГa el conocimiento durante unos segundos.
―Mi SeГ±ora, mi SeГ±ora, ВїcГіmo os sentГs? ―la voz de la sierva morena llegaba amortiguada a sus oГdos.
―No es nada, es sólo culpa del calor, de este maldito bochorno y de la emoción. Ya estoy mejor.
Lucia no habГa asociado su sensaciГіn a lo que, dentro de un rato, ocurrirГa a pocos pasos de su palacio, a su amado Andrea.
Ejecutora de la bГЎrbara agresiГіn de aquel dГa fue la soldadesca de Francesco Maria della Rovere, duque de Montefeltro y ya Portaestandarte de la Iglesia. Puesto que el nuevo pontГfice, Leone X, le habГa despojado de su estado Г©l, para vengarse, habГa contratado como mercenarios a soldados espaГ±oles y gascones y, despuГ©s de haber saqueado muchos castillos devotos al papa, se habГa dirigido a Jesi, con el fin de conquistar esta fortaleza papal con la ayuda de los anconitanos guiados por el Duca di Montacuto y gracias al secreto apoyo del mГЎs alto cargo eclesiГЎstico de la ciudad, el Cardenal Baldeschi. Como habГa prometido el Cardenal, la soldadesca proveniente de las colinas al occidente de Jesi, encontrГі la puerta de San Floriano abierta, acabaron fГЎcilmente con los guardias del fortГn, atacados por sorpresa y en poco tiempo se encontrГі en la Piazza del Mercato, justo en el momento en que el cortejo del noble Franciolini, proveniente de la VГa delle Botteghe, llegaba a la misma plaza.
Franciolini y los suyos no estaban preparados para la batalla, no llevaban puestas las armaduras, iban a una fiesta y llevaban consigo sГіlo armas ligeras.
―¡Traición! ―gritó Guglielmo bajando del caballo y enfrentándose a un español armado de espada y daga. ―Encadenad la calles, no dejéis que vayan hacia abajo o abrirán las puertas al ejército de Ancona y nos encontraremos atenazados por dos ejércitos.
SГіlo con la fuerza de los brazos y su corto puГ±al habГa ya tirado por tierra a dos espaГ±oles, dejГЎndoles en un charco de sangre. Guglielmo era un hГЎbil guerrero y era rГЎpido en deshacerse los enemigos. En cuanto veГa al adversario titubeante le plantaba el cuchillo en el corazГіn, luego lo extraГa, limpiaba la hoja en su ropa y volvГa a combatir. La vanguardia enemiga, de hecho, no llevaba armadura y era fГЎcil derrotarlos. Pero los enemigos salГan desde la Via del Fortino por decenas, por centenares, como un rГo desbordado cuyos mГЎrgenes no consiguen contener las aguas. Un ballestero espaГ±ol vio el blanco y apuntГі su arma contra Andrea que todavГa se mantenГa orgulloso encima de su caballo. El joven se habГa encontrado otras veces en el fragor de la batalla y no habГa hecho caso al hecho de que, en aquel momento, no llevaba una armadura sino un colorido traje de brocado. Hizo encabritar al caballo para lanzarse a la refriega cuando fue golpeado en el muslo derecho. Otras flechas alcanzaron tanto al caballo como al caballero. Andrea cayГі al suelo, por lo menos con cuatro dardos que lo atravesaban. Su caballo, herido en pleno pecho, se cayГі sin vida sobre Г©l. IntentГі, sin conseguirlo, escabullirse de la masa pesada del animal pero las fuerzas le estaban abandonando. Guglielmo, al darse cuenta de que el hijo estaba en tierra, se girГі hacia Г©l, distrayГ©ndose del combate y torciendo peligrosamente la espalda al enemigo para ir a ayudarle. Vio los pГЎrpados de Andrea que se cerraban, lo llamГі, pero no hubo respuesta. ComprendiГі que su hijo menor ahora ya estaba perdiendo el sentido, quizГЎs a punto de morir. Justo en ese momento una larga hoja lo atravesГі penetrando por detrГЎs de la espalda, abriГ©ndose camino entre las costillas, destrozando el corazГіn y saliendo por el pecho, acompaГ±ada por un potente chorro de sangre. Guglielmo abriГі los ojos de par en par que, en aquel momento, estaban todavГa mirando fijamente a su aguerrido hijo agonizante.
DespuГ©s de vencer con facilidad a aquel pequeГ±o grupo de hombres, espaГ±oles y gascones se propagaron por las callees de la ciudad. Algunos subieron Via delle Botteghe hasta la Porta della Rocca, sorprendiendo a los soldados de guardia, matГЎndolos y abriendo la puerta. Otros bajaron para abrir la Porta Valle y Porta Cicerchia y favorecer el ingreso en la ciudad del ejГ©rcito anconitano, que desde hacГa dГas no esperaba otra cosa que ese momento. Si bien cogidos por sorpresa los habitantes intentaron organizar una defensa en el interior del nГєcleo habitado, estimulados por algunos nobles, en particular por Fiorano Santoni, que congregГі enseguida un escuadrГіn de gente que, encadenadas las calles como habГa predispuesto el Capitano del Popolo, se apresuraron a combatir al enemigo por calles, callejones y plazas. Pero Г©ste Гєltimo, fortalecido por la participaciГіn de los anconitanos, era demasiado numeroso y los jesinos, desanimados por los gritos y los lloros de las mujeres y de las muchachas, abandonaron la defensa.
Sobre todo los mercenarios a sueldo de Francesco Maria della Rovere, estaban ansiosos por saquear, y los habitantes, considerando que no habГan podido ayudar a su patria, intentaron por lo menos poner a salvo sus bienes, pero tampoco en esto tuvieron Г©xito: los gentilhombres ricos fueron hechos prisioneros y sus mujeres, que habГa intentado escapar con las joyas a las iglesias, se vieron atrapadas por los espaГ±oles tambiГ©n en el interior de los lugares sagrados, donde ellos no desdeГ±aron despojarlas de todo lo de valor que llevaban encima y de violarlas. Llegado a un cierto punto, una mujer, una tal Eleonora Carotti, de porte orgulloso y masculino, consiguiГі darle una bofetada a un gascГіn que le estaba poniendo las manos en el pecho para quitarle las joyas que allГ habГa escondido y al mismo tiempo aprovechar para palparla. Se encontrГі entre Г©l y otro grupo de soldados espaГ±oles. Si el gascГіn abofeteado se habГa quedado de piedra, sin reaccionar, los otros no se habГan echado atrГЎs, habГan tirado a la doncella al suelo, la habГan desnudado y, asegurГЎndose que era una mujer a todos los efectos, la habГan violado uno tras otro, manteniendo un cuchillo en su garganta. El Гєltimo soldado, alcanzado su mal sano placer, hundiГі el cuchillo degollГЎndola sin piedad.
El saqueo de Jesi durГі ocho dГas, muchos palacios fueron incendiados, algunos con los habitantes dentro de sus habitaciones, culpables del hecho de que los saqueadores no habГan encontrado bastante dinero o joyas para llevarse.
No respetaron nada, ni las cosas sagradas, ni por los religiosos, y muchos sacerdotes fueron torturados y martirizados, con el fin de que confesasen el quГ© lugares secretos habГan escondido los ornamentos de las iglesias. El saqueo se extendiГі a todo el condado y ningГєn lugar, ni en la ciudad ni en el campo, fue perdonado.
El Palazzo Baldeschi, que habГa estado cerrado durante todo el tiempo, al octavo dГa abriГі las puertas al Granduca Francesco Maria della Rovere y al Duca Berengario di Montacuto que fueron recibidos en audiencia por el Cardenal. Este Гєltimo, de hecho, se habГa arrogado el derecho de negociar la rendiciГіn con los adversarios, no estando ya presente en la ciudad autoridad civil o eclesiГЎstica de mГЎs alto grado que Г©l.
―HabГ©is rebasado los lГmites. Los acuerdos eran que no encontrarГais obstГЎculos y deberГais matar a Franciolini y al hijo, adueГ±ГЎndoos de la ciudad. Una conquista fГЎcil, en cambio durante dГas y dГas habГ©is sembrado terror, destrucciГіn y muerte ―gritГі el Cardenal volviГ©ndose a los dos duques.
―NingГєn ejГ©rcito que se respete, sobre todo si estГЎ constituido por mercenarios, renuncia al botГn de guerra ―replicГі della Rovere en tono sosegado, casi aburrido, concentrando su mirada sobre la uГ±a del dedo meГ±ique de la mano derecha, quizГЎs lamentГЎndose por el hecho de que durante los combates Г©sta se habГa roto. ―Nosotros hemos mantenido la palabra dada. Ahora, vos debГ©is mantener la vuestra y nos retiraremos en orden, dejГЎndoos seГ±or indiscutible de esta ciudad.
―¡Que asГ sea! ―continuГі el Cardenal Baldeschi, haciendo de tripas corazГіn y, de todas maneras, satisfecho en su interior de cГіmo habГa ido la operaciГіn; si muchos ciudadanos se habГan perdido la vida, peor para ellos, no era un gran problema. ―Como habГa prometido, intercederГ© ante el Santo Padre para que a vos, Granduca della Rovere, os vengan restituidas tierras y tГtulos. PodrГ©is retiraros a Urbino y ser respetado por siempre por vuestros sГєbditos. Por lo que respecta a Ancona, querido Duca, dentro de un mes harГ© depositar en las cajas de vuestra ciudad diez mil florines de oro que servirГЎn para ampliar y fortificar el puerto pero deberГЎ ser garantizada la escala comercial a los mercaderes de la ciudad de Jesi. Y ahora, retirad vuestros ejГ©rcitos.
Francesco Maria della Rovere finalmente dio orden a sus tropas de abandonar la ciudad. Los invasores se fueron con una caravana de mГЎs de mil bestias cargadas con un montГіn de cosas excelentes, ademГЎs de un gran botГn en dinero, joyas y piezas de artillerГa. Por su parte, el Duca di Montacuto, no fiГЎndose del todo de la palabra del Cardenal, retirГі el grueso del ejГ©rcito pero dejГі una guarniciГіn en Jesi que solamente se irГa despuГ©s de que la ciudad vencida hubiese pagado lo pactado.
En esos dГas, Artemio Baldeschi, estaba demasiado concentrado en el curso de los acontecimientos para darse cuenta de lo que estaban haciendo su hermana y su sobrina y ni siquiera se habГa percatado de que la muchacha, desde aquel famoso jueves por la noche, habГa desaparecido. HabГan advertido su ausencia, perfectamente, las dos siervas, la rubia y la morena, Mira y Pinuccia, que esperaban el seguro arrebato del Cardenal en el momento en que por fin la notase. Las dos sirvientas sabГan bien que, desde aquella noche, Lucia se habГa encerrado en la mansiГіn de los Franciolini, empeГ±ada en curar a Andrea, herido gravemente en la confrontaciГіn con el enemigo y sabГan bien que si el tГo de la muchacha llegaba a enterarse se enfurecerГa aГєn mГЎs.
La noche de la fiesta, Lucia, en cuanto se acabГі de vestir, saliГі al balcГіn del palacio que se asomaba a la plaza de abajo y que dominaba la misma, para observar el cortejo de los nobles Franciolini que llegaba desde el lado opuesto, desde la Via delle Botteghe. Estaba cayendo la noche y parecГa que todo marchaba bien, que todo estuviese tranquilo, y la mala sensaciГіn que habГa sentido poco antes ya habГa desaparecido. Pero, de repente, desde la Via del Fortino, habГan comenzado a desembocar hombres armados, cada vez mГЎs numerosos, que habГan comenzado enseguida una batalla con los hombres del cortejo que seguГa al Capitano del Popolo. HabГa visto a su amado Andrea herido por las flechas y habГa visto a Guglielmo herido de muerte en la espalda. Aquel bellaco con una enorme espada habГa aprovechado su momento de distracciГіn, en que habГa visto herido a su hijo, para golpearlo por detrГЎs. Lucia no podГa asistir imponente a aquel horror, debГa correr en ayuda de Andrea que, ademГЎs de las flechas, estaba oprimido por el peso de su caballo que le habГa caГdo encima, quizГЎs sin vida. Se precipitГі por las escaleras y llegГі hasta el vestГbulo; estaba a punto de abrir el portal de la entrada cuando se dio cuenta de que los combates se habГan extendido por toda la plaza y que no era el momento para salir desde ahГ. EntrГі en los establos y localizГі la puertecilla lateral de servicio, aquella utilizada por los mozos de cuadra, que daba al callejГіn. La puerta de madera estaba cerrada con una cadena desde el interior, le fue fГЎcil abrirla y encontrarse en una callejuela oscura y hedionda, a pocos metros de distancia de la antigua cisterna romana. Unos pocos pasos y estarГa en la plaza, por el lado de la iglesia de San Floriano. Para no hacerse notar por la multitud de combatientes y atravesar la plaza indemne debГa utilizar una estratagema. Precisamente unos dГas antes, la abuela le habГa enseГ±ado una especie de conjuro de invisibilidad. No es que Г©ste la convirtiese en invisible en el autГ©ntico sentido de la palabra pero conseguГa que pudiese pasar desapercibida a los ojos de los demГЎs. Esperaba que funcionase, recitГі la fГіrmula y comenzГі a atravesar la plaza, manteniГ©ndose en todo momento a ras de los muros, primero del convento, luego de la iglesia de San Floriano, luego los de un palacio de reciente construcciГіn, luego del Palazzo Ghislieri, llegando a la esquina donde tanto Via del Fortino como Via delle Botteghe desembocaban en la plaza. Si habГa llegado allГ gracias al conjuro de invisibilidad o porque nadie se habГa fijado en ella, completamente ocupado en la batalla, no lo podrГa decir. El hecho es que habГa llegado hasta su amor agonizante. Lo habГan atravesado cuatro flechas, dos en la pierna derecha, una en el hombro izquierdo, la Гєltima traspasaba de parte a parte el brazo derecho a la altura del mГєsculo bГcipe. HabГa perdido mucha sangre y estaba semi inconsciente, la pierna izquierda aplastada contra los adoquines por el peso del tronco del caballo. Lucia se concentrГі en la bestia muerta, ordenando con la mente su parcial levitaciГіn. El cambio de posiciГіn del animal fue casi imperceptible pero bastГі para que, comenzando a tirar de Andrea mientras lo aferraba por las axilas, la muchacha consiguiese librarlo de aquella mala posiciГіn. Los ojos del joven, como por arte de magia, volvieron a brillar, mirando fijamente a los de la muchacha durante un tiempo que ella creyГі sublime, luego se voltearon hacia dentro, mientras Andrea perdГa completamente la consciencia. Lucia no se desesperГі, apoyГі dos dedos sobre la yugular de su amado y pudo advertir, si bien, una dГ©bil pulsaciГіn.
No todo estГЎ perdido, pensГі. ВЎTodavГa no lo ha abandonado la vida! Pero debo actuar con rapidez si quiero ponerlo a salvo.
ConfiГЎndose a sus poderes, pero sobre todo en la fuerza de la desesperaciГіn y en el profundo amor que por segunda vez le habГan inspirado sus ojos, comenzГі a arrastrar su cuerpo inerte, dГЎndose cuenta de que no estaba ni siquiera haciendo un esfuerzo sobrehumano. ExtendiГі su conjuro de invisibilidad a su joven amor y se dirigiГі por la Costa dei Longobardi para llegar al Palazzo Franciolini. Ninguno de los hombres que estaban combatiendo en las calles se dignГі mirarles, continuaban cruzando las armas y combatiendo como si Lucia, con su pesado fardo, ni siquiera existiese. Cuando estuvo delante del portГіn de la mansiГіn de Andrea, colocГі en el suelo su cuerpo exГЎnime y se parГі otra vez sobre aquella baldosa decorada que tanto le habГa llamado la atenciГіn, la que representaba un pentagrama de siete puntas. Pero no era el momento de dejarse llevar por las distracciones. AferrГі la aldaba del portalГіn y comenzГі a golpearlo con todas sus fuerzas. Uno de los sirvientes de la casa Franciolini, un moro musculoso con un turbante en la cabeza, que el Capitano del Popolo habГa comprado como esclavo en un viaje a Barcelona, abriГі el portalГіn un poquito, para asegurarse de que no fuesen enemigos los que llamaban a la puerta. Cuando se dio cuenta de la situaciГіn, en un abrir y cerrar de ojos, hizo entrar a la muchacha y arrastrГі adentro al joven seГ±or.
―Por Alá y por Mahona, bendito sea su nombre, que sea perdonado por haberlos nombrado. ¿Qué ha ocurrido con el Capitano?
―El Capitano está muerto y si, ¡en vez de perder el tiempo en invocar a tus dioses, no haces lo que te digo, el mismo fin tendrá también tu joven señor!
―No parece que se pueda hacer mucho por él. Dentro de un momento su alma lo dejará para reunirse con las de sus antepasados, y la de su padre, que Alá lo tenga en su gloria.
―No era musulmГЎn, asГ que AlГЎ no lo tendrГЎ en la gloria. TodavГa podemos hacer algo por Г©l. LlГ©valo al dormitorio y colГіcalo sobre la cama, luego sigue mis instrucciones y dГ©janos solos.
CapГtulo 3
AlГ hizo exactamente lo que Lucia le habГa ordenado. En la despensa habГa encontrado todas las hierbas que necesitaba la muchacha, incluso la corteza de sauce, de la que no tenГa claro su uso. En cocina nunca se habГa utilizado, sin embargo sus seГ±ores tenГan una buena provisiГіn en tarros lacrados con cuidado. SГіlo entonces, el sirviente moro se habГa dado cuenta de que la despensa era mГЎs una herboristerГa que un depГіsito de cosas para comer. TambiГ©n habГa de esas, sГ, pero muchas de las hierbas contenidas en los tarros sabГa bien que eran utilizadas por hebreos y hechiceros con fines contrarios a los enseГ±ados tanto por su religiГіn como por la catГіlica. A fin de cuentas, el Dios cristiano y el musulmГЎn se parecГan mucho y, si un hombre estaba destinado a morir, el propio Dios lo acogerГa en su gloria y serГa feliz a su lado. No se podГa pretender salvar la vida a quien ya estaba destinado a alcanzar al propio Padre Omnipotente en el reino de los cielos. Esto pensaba AlГ mientras atravesaba la Piazza del Palio y remontaba con grandes zancadas la Costa dei Pastori, mirando bien de no toparse con los disturbios que se habГan extendido hasta allГ. Se parГі delante del portГіn que le habГan indicado, aquel en el que, sobre la ojiva, estaba escrito Hic est Gallus Chirurgus.
ВЎOtro brujo!, rumiГі para sus adentros AlГ. Se hace llamar cirujano pero sГ© perfectamente que es el hermano de Lodomilla Ruggieri, la bruja quemada viva en Piazza della Morte hace unos aГ±os. Si no presto atenciГіn y no me alejo de esta gente, tambiГ©n yo acabarГ© mis dГas en una pira ardiente. Y tambiГ©n mis seГ±ores estГЎn metidos en esto hasta el cuello, ВЎahora entiendo a quГ© especie de herejes he servido durante aГ±os!
A continuaciГіn, se dio cuenta en su mente que, al pertenecer a otra religiГіn, la InquisiciГіn no podrГa procesarlo y decidiГі llamar a la puerta. Un hombre alto, robusto, con potentes bГcipes, los cabellos largos recogidos detrГЎs de la nuca en una cola y la barba sin afeitar desde hacГa dГas, lo mirГі de arriba a abajo. TambiГ©n AlГ era robusto: en su paГs de origen, en el Alto Nilo, era un campeГіn de lucha libre, no habГa nadie que consiguiese abatirlo, por lo que se enfrentГі a su mirada y le dijo lo que tenГa que decirle.
―He comprendido, cojo mis instrumentos y te sigo. EspГ©rame aquГ, Palazzo Franciolini estГЎ cerca, pero prefiero hacer el trayecto en tu compaГ±Гa. Siendo dos podremos hacer frente mejor a los posibles facinerosos.
Gallo desapareciГі unos minutos en el interior de su mansiГіn y reapareciГі con una pesada bolsa de piel de becerro que contenГa los instrumentos de su trabajo y que, a juzgar por el aspecto, debГan ser muy pesados. Atravesaron la plaza pasando al lado de la gente que combatГa duramente. El cirujano reconociГі a un amigo suyo en un jesino que estaba siendo abatido a golpes de espada e hizo el amago de ir a socorrerlo. Pero AlГ estuvo diligente al tirarle del brazo para que desistiese del intento. No era el momento de hacerse notar y empeГ±arse en una batalla que ahora ya habГa tomado un rumbo muy feo para los habitantes de la ciudad. Era mГЎs urgente ayudar a su joven seГ±or. AlГ y Gallo se metieron rГЎpidamente en el portal del Palazzo Franciolini que el moro se apresurГі a atrancar desde el interior. No meterГa las narices fuera ni por todo el oro del mundo hasta que los combates no se hubieran acabado, no sabiendo que, de un momento a otro, le vendrГa impuesta una salida para un encargo todavГa mГЎs peligroso del que habГa llevado a tГ©rmino.
AlГ observГі a Gallo extraer con delicadeza tres flechas del cuerpo de Andrea mientras que Lucia, a su lado, taponaba la sangre que salГa en cuanto el arma puntiaguda era extraГda, utilizando paГ±os reciГ©n lavados y aplicando el emplasto a base de hierbas que ella misma habrГa preparado en la cocina. La Гєltima flecha, la que atravesaba el brazo del joven de parte a parte, no querГa saber nada de salir a pesar de que Gallo tiraba de ella con decisiГіn.
―¡Hijos de mala madre, han utilizado flechas de alas, sólo van hacia delante, no se consigue arrancarlas! Deberé romper la cola y hacer salir la flecha hacia delante, haciendo una incisión con el bisturà en la piel del brazo al lado del agujero de salida, pero me arriesgaré a provocar una hemorragia fatal. ¿Lista para taponar?
―Sà ―respondió Lucia ―¡estoy preparada!
AlГ se dio cuenta de que sГіlo la fuerza de la desesperaciГіn impedГa a Lucia desmayarse, aunque probablemente la vista y el olor ferroso de la sangre ya estaban embotando sus sentidos. Al darse cuenta de que la muchacha no conseguirГa ayudar a Gallo AlГa respirГі profundamente y, en cuanto el cirujano acabГі de extraer la flecha, se lanzГі a taponar la copiosa hemorragia. En menos de un segundo la pieza que tenГa entre las manos se habГa teГ±ido de rojo y le hacГa percibir al tacto una sensaciГіn viscosa realmente desagradable. Nuca habГa sentido nada igual AlГ en toda su vida pero debГa darse ГЎnimos. Gallo arrancГі un trozo de sГЎbana atГЎndolo alrededor del brazo de Andrea, por la parte alta del mismo.
―No podemos dejar el brazo tan apretado por mucho tiempo o lo perderemos y luego me verГ© obligado a amputarlo a causa de la gangrena que se formarГЎ. Necesito un potente coagulante y cicatrizante y el mГЎs potente es el extracto de placenta humana. AlГ, debes ir a ver a la comadrona, ella siempre tiene a disposiciГіn placentas secas y...
―¡Pero la comadrona vive fuera de la Porta Valle, es demasiado peligroso ir a aquella zona!
―Entonces creo que habrá poco que hacer por el muchacho.
Por suerte, AlГ conocГa un pasaje que, a travГ©s de los sГіtanos del palacio, conducГa fuera de los muros, cerca de la muralla, donde una corporaciГіn de trabajadores del condado, guiados por la familia Giombini, estaban construyendo un nuevo molino para la molienda de los cereales. En cuanto saliГі de la portezuela que se abrГa en los muros de levante, bien escondida por un espeso arbusto, se arrepintiГі a la vista del molino que estaba en construcciГіn, que habГa sido en parte destruido hasta los cimientos por la furia de los enemigos. Pero no podГa pararse en aquel detalle. La estructura semi derruida le ofreciГі cobijo de la vigilancia de la soldadesca anconitana que continuaba entrando en la ciudad desde Porta Valle. AlГ se dirigiГі con decisiГіn hacia la pequeГ±a iglesia de Sant'Egidio, cerca de donde vivГa Annuccia, la comadrona. Г‰sta Гєltima, cuando vio al moro, en ese momento se atemorizГі, pensando que entre los invasores hubiera tambiГ©n sarracenos, luego reconociГі a AlГ y lo hizo entrar en la casa.
―¿Te has vuelto loco para deambular por estos sitios? Estaba a punto de dejarte seco con esto ―le dijo Annuccia mostrando el morillo de la chimenea que estrechaba en un puño. ―¡Realmente no estaba dispuesta a rendirme y dejarme violar por esa canalla!
―Necesito ayuda para mi señor, Annuccia. Al Capitano lo ha matado el enemigo y el joven señor está herido y necesita urgentemente una cura.
DespuГ©s de unos minutos, AlГ salГa de la casa de la comadrona, custodiando celosamente lo que Г©sta Гєltima le habГa confiado y por lo que habГa debido desembolsar unos bonitos tres sueldos de plata. VolviГі a alcanzar la portezuela de acceso y regresГі al palacio de los Franciolini, entregando a Gallo el valioso paquete. El cirujano cogiГі la placenta seca, la metiГі en una cacerola de agua caliente, aГ±adiГі algunas hierbas, entre las que se encontraba la Garra del Diablo y en aproximadamente media hora obtuvo un emplasto denso, de olor desagradable, que dispuso en un tarro de arcilla. AlГ cogiГі con la mano el recipiente y siguiГі a Gallo a la habitaciГіn de Andrea, donde Lucia estaba acabando de limpiar de sangre el cuerpo semi desnudo del joven. El cirujano desatГі el rudimental torniquete mientras que la muchacha ponГa sobre la herida un abundante estrato de emplasto, enrollando luego una venda muy apretada, pero no demasiado, alrededor del miembro herido. Andrea, en su semi inconsciencia, hizo un gesto de dolor que alegrГі a todos los allГ presentes: todavГa estaba vivo y despierto, aunque muy dГ©bil.
―MГЎs no puedo hacer. Los prГіximos dГas necesitarГЎ ayuda continua, la fiebre subirГЎ, deberГ©is refrescarle la frente con paГ±os frГos y hacerle ingerir infusiones de corteza de sauce, esperando que consiga superar no sГіlo la abundante pГ©rdida de sangre sino tambiГ©n la infecciГіn que se formarГЎ. Si de esta herida comienza a salir pus verde, podГ©is comenzar a despediros de Г©l. Si, en cambio, veis pus amarilla, lo que los cirujanos definimos como bonum et laudabile significarГЎ que estГЎ en el camino de curarse. Pero tГє, Lucia, no te quedes aquГ mucho tiempo: tu tГo muy pronto notarГЎ tu ausencia y entonces creo que tendrГЎs problemas. EnseГ±a al moro a asistir a su joven amo y vuelve a casa.
―¡Jamás! ―contestó la joven ―Estaré a su lado hasta que se cure. Es mi prometido y quiero estar cerca de él en este momento.
―¿Prometido, dices? Boh, creo que la intenciГіn autГ©ntica de tu tГo era la de no hacerle llegar hasta el altar. No soy un adivino pero pienso que la fiesta de hoy era toda una farsa para que el enemigo encontrase las puertas abiertas y matar al Capitano del Popolo y a su hijo menor. ВїTe das cuenta de que ahora tu tГo es la mГЎxima autoridad tanto polГtica como religiosa de Jesi? Haz lo que te parezca pero no creo que el Cardenal se ponga contenta al saber que estГЎs cuidando al hijo menor de la casa Franciolini.
Gallo recogiГі su instrumental, lo limpiГі con cuidado, lo puso de nuevo en la bolsa, se despidiГі de la muchacha con una sonrisa y del moro diciendo un:
―Salam Aleikum, la paz sea contigo, hermano, y gracias por tu valiosa ayuda.
―Aleikum as salam, gracias a ti por las valiosas curas que has dado a mi señor, estoy seguro que saldrá de esta.
―Quizás de las heridas ―sentenció Gallo, cerrando el pesado portón a su espalda ―Pero no ciertamente de las garras del Cardenal Artemio Baldeschi.
En los siguientes cuatro dГas Andrea fue aquejado por la fiebre acompaГ±ada por escalofrГos y delirios. Lucia habГa estado a su lado todo el rato, haciendo exactamente todo lo que le habГa aconsejado Gallo y todo lo que sabГa por haberlo aprendido de la abuela Elena. Mientras deliraba, Andrea a menudo nombraba a la bruja Lodomilla, hablaba de los sГmbolos extraГ±os dibujados en la baldosa del portal junto con el pentГЎculo de siete puntas, hablaba de un hebreo que lo habГa iniciado en una forma de conocimiento particular, nombraba a veces al rey bГblico SalomГіn, a veces a una de las mujeres del Emperardor Federico II, Jolanda de Brienne. A menudo pronunciaba, entre otras palabras confusas, el nombre de un lugar, tambiГ©n conocido por ella: Colle del Giogo. Aquella localidad, que se encontraba en el cercano Appennino, a un par de dГas de viaje de Jesi, le hacГa recordar el rito con el cual, algunos meses antes, habГa entrado oficialmente a formar parte de la secta de las brujas adoradoras de la Buena Diosa. Algunos dГas antes del equinoccio de primavera, la abuela habГa dicho a Lucia que estuviese preparada, ya que la noche del 21 de marzo, irГan con las otras adeptas y adeptos de la congregaciГіn al Colle del Giogo, en las montaГ±as de Apiro.
―El tГo dice que son ritos paganos, que la mayor parte de los adeptos son herejes y brujos para enviar a la hoguera ―Lucia tenГa un poco de miedo pero la curiosidad prevalecГa sobre el temor ―¿No crees que serГЎ peligroso participar en esta reuniГіn, en este Sabbath, como lo llamas?
La abuela habГa encogido los hombros, como diciendo que le daba lo mismo lo que pensase el hermano, y le habГa respondido con mucha naturalidad.
―Cuando hablamos de divinidades hablamos de entidades sobrenaturales que, con su infinita bondad, pueden seГ±alarnos el camino a seguir, vГas que sГіlo con nuestros ojos no conseguirГamos ver jamГЎs. Ahora, si el verdadero Dios es el Padre Omnipotente proclamado por tu tГo, el JahvГ© invocado por el hebreo que habita en la cabaГ±a mГЎs cercana al rГo, el AlГЎ en el que creen los musulmanes, el Zeus de los griegos o el JГєpiter de los antiguos romanos, ВїdГіnde estГЎ la diferencia? Cada uno puede llamar a Dios a su manera y recibir de Г©l los mismos favores, independientemente del nombre con el que se dirige a Г©l. Y si existen hombres y mujeres aquГ en la tierra, tambiГ©n en el cielo o en el Olimpo o en el jardГn de AlГЎ, habrГЎ divinidades que sean mujeres. La que nosotros adoramos como la Buena Diosa era conocida por los romanos con el nombre de Diana. Mira, observa la fachada de nuestro palacio. Observa arriba: ВїquГ© es lo que ves en un nicho entre las ventanas del Гєltimo piso?
―La imagen sagrada de la Madonna, de MarГa, de la madre de GesГ№, acompaГ±ada por la frase Posuerunt me custodem, me pusieron a mi para proteger esta morada.
―Por lo tanto, es la Madonna, la Santa Madonna a la que adoramos. Pero recuerda que todos nuestros lugares sagrados, que nosotros definimos como cristianos, catГіlicos, han sido erigidos sobre antiguos templos paganos y las antiguas divinidades han sido sustituidas por las nuevas. La misma catedral, aquГ al lado, ha sido edificada encima de las antiguas termas romanas, y la posiciГіn de la cripta corresponde a la ubicaciГіn del templo que los romanos habГan dedicado a la Dea Bona, otro nombre de Diana. Como puedes ver, tienen muchas cosas en comГєn las distintas religiones. En el mismo lugar donde nos reuniremos dentro de unos dГas, la imagen antigua de la Buona Dea ha sido sustituida por una estatua de la Madonna, en el interior de un tabernГЎculo. El lugar es, lo mires como lo mires, sagrado y mГЎgico y siempre hay alguien que adorna la imagen con lirios frescos y de colores. Es nuestra forma de continuar adorando a la Diosa, aunque bajo la imagen de MarГa, madre de JesГєs.
Lucia creГa que la abuela tenГa una cultura nada desdeГ±able, quizГЎs por haber tenido acceso a la lectura de libros prohibidos, conservados en la biblioteca de la familia. QuizГЎs habГa conseguido acceder a la sabidurГa custodiada bajo llave por el tГo Cardenal, puede que sin que Г©ste Гєltimo lo supiese, o quizГЎs porque hace dГ©cadas, cuando Elena era todavГa una niГ±a, los libros podГan ser consultados libremente. Luego Artemio se habГa arrogado el tГtulo de Inquisidor y habГa puesto bajo llave todo lo que era contrario a la Fe oficial. Y ya habГa sido un Г©xito que no hubiera hecho un gran hoguera con aquellos textos tan valiosos como habГa oГdo que habГan hecho otros prelados insignes en otras ciudades de Italia y de Europa.
―Entendido, abuela, lo importante es creer en la entidad buena, que nos quiere y nos ayuda, prescindiendo de su nombre.
Al contrario de lo que Lucia se esperaba y que habГa escuchado contar de quien temГa a las llamadas brujas, el rito se desarrollГі con toda tranquilidad. NingГєn macho cabrГo se presentГі para reclamar su virginidad, ninguno de los participantes intentГі violarla o hacerle firmar juramentos con su sangre. El camino para llegar a Colle del Giogo no habГa sido agradable. Pasada la esclusa de Moje, el sendero que flanqueaba la orilla del rГo Esino a menudo se perdГa en medio de la maleza. Lucia no conseguГa entender cГіmo hacГa la abuela para no extraviarse y encontrar el rastro del antiguo sendero incluso despuГ©s de haberse desorientado durante muchas leguas en el bosque, sin aparentes puntos de referencia. Llegadas a un cierto punto debieron vadear el rГo y continuar ascendiendo por un camino de tierra que subГa la cuenca excavada por un impetuoso torrente que descendГa desde la montaГ±a. Llegaron a Apiro a la hora de comer y fueron acogidos por una pareja de jГіvenes esposos, Alberto y Ornella, que les ofrecieron pan negro y carne de ciervo seca. Ambos tenГan una niГ±a de unos tres aГ±os, con dos grandes ojos azules y los cabellos rizados y castaГ±os; jugaba con una muГ±eca de trapo cerca del hogar, divirtiГ©ndose mientras la vestГa con pequeГ±os trajes de colores, realizados con trocitos de tela. ParecГa que no le importaba lo que iban a hacer sus padres, junto con las reciГ©n llegadas, esa misma noche,
―¿Cómo haréis con la niña? ―preguntó Elena a la joven pareja.
―Oh, no hay problema, a las siete la pequeña está ya en el mundo de los sueños en su jergón. De todas formas, hemos pedido a Isa, nuestra vecina, de venir a darle una ojeada. ¡Lo hará con gusto!
Lucia, que siempre habГa dormido en un cГіmodo lecho, no imaginaba cГіmo hiciese esta gente para dormir en aquellos montones de paja trenzada.
ВЎEstarГЎn llenos de pulgas!, pensaba, sintiendo escalofrГos ante la idea de que a la noche siguiente le tocarГa en suerte dormir allГ tambiГ©n a ella. Mejor muerta que tumbarse en una de esas cosas.
La ceremonia de iniciaciГіn de la nueva adepta se desarrollГі segГєn un antiguo ritual. Era noche cerrada cuando Lucia y la abuela, acompaГ±adas por sus anfitriones, se sumergieron en el frГo lacerante de la montaГ±a. Los campos todavГa estaban recubiertos de una ligera capa de nieve y el camino estaba iluminado por el disco brillante de la luna llena que resplandecГa enorme en el cielo, como la muchacha no la habГa visto jamГЎs. Subiendo Colle del Giogo, en ciertos puntos se podГa hundir en la nieve hasta las rodillas y era difГcil avanzar, pero en cuanto llegaron al claro al que se dirigГan, Lucia se asombrГі de cГіmo el lugar estuviese casi todo libre de la blanca cubierta y el prado estuviese plagado de pequeГ±as flores de colores, blancas, lilas, fucsia, violetas, amarillas...
―Se llaman campanillas de invierno porque son las primeras flores que salen en cuanto se empieza a derretir la nieve pero su verdadero nombre es Crocus y sus estigmas secos pueden ser utilizados tanto como condimento de cocina como por sus propiedades medicinales.
―Abuela, ¿cómo es que en este lugar la temperatura sea más agradable? ―preguntó la muchacha con curiosidad.
―Se dice que es un lugar mГЎgico pero en realidad la temperatura es mitigada gracias a la presencia de una fuente de agua caliente. AquГ el subsuelo es rico en manantiales sulfurosos y es por esta razГіn que la temperatura es mГЎs alta. Desde hoy aprenderГЎs que la mayor parte de los fenГіmenos que la gente comГєn seГ±ala como mГЎgicos tienen en realidad un explicaciГіn lГіgica, racional: basta saber buscarla. Nos acusan de ser brujas pero no hacemos mГЎs que aprovechar conocimientos antiguos y fenГіmenos naturales para nuestros fines. Mira, se dice que hace trescientos aГ±os, mГЎs o menos, llegГі a este remoto lugar una de las mujeres de Federico II, el emperador de Svevia, para guardar algo que su marido le habГa mandado esconder con celo, ya que provenГa de Tierra Santa, de JerusalГ©n. Las leyendas y la tradiciГіn dicen que este objeto era una piedra mГЎgica, una piedra que el arcГЎngel Miguel habГa entregado a Abraham o quizГЎs, incluso la llamada piedra filosofal que buscaban los antiguos alquimistas. Esta es la leyenda, la verdad la conocerГЎs dentro de poco. Y, ahora, entremos en la gruta. ВЎNo les hagamos esperar!
La mГЎs anciana de las participantes era una mujer de largos cabellos grises, la piel del rostro marchita por las arrugas. VestГa una larga tГєnica azul sobre la cual, a la altura del pecho, brillaba un talismГЎn dorado asegurado al cuello por una cadena tambiГ©n de oro labrado. HabГa encendido una fogata en el interior de la cueva, tirando cada cierto tiempo a las llamas unos polvos que, de vez en cuando, provocaban una llamarada de color distinto, ahora amarilla, luego verde, ahora azul, luego de un rojo intenso. Con cada llamarada que iluminaba su rostro pronunciaba unas extraГ±as palabras que los allГ presentes interpretaban disponiГ©ndose alrededor de la fogata, ya cogiГ©ndose de la mano y dando vueltas en cГrculo, ya alejГЎndose e inclinГЎndose segГєn los deseos de la Anciana Sabia, ahora cogiendo manojos de hierbas y tirГЎndolos al fuego, o bien sentГЎndose en el suelo en el mГЎximo silencio. Llegado a un cierto punto, la Гєnica persona que habГa quedado en pie era la anciana maestra. TenГa en la mano un gran libro sobre cuya cubierta resaltaba el dibujo de un pentГЎculo, justo igual que el que estaba incluido en el diario de familia que le habГa entregado la abuela algГєn tiempo atrГЎs, y la frase escrita en caracteres gГіticos Clavicula Salomonis.
―En virtud de los poderes que me ha conferido esta congregaciГіn yo, Sara dei Bisenzi, acojo en nuestra comunidad a la novicia Lucia Baldeschi. Ella es la elegida, aquella que me sustituirГЎ un dГa y serГЎ designada la guГa de todos vosotros. Por lo tanto, Lucia, acГ©rcate y jura obediencia y fidelidad sobre este libro, escrito de puГ±o y letra por el antiguo Rey SalomГіn, y traГdo hasta aquГ entre inmensos peligros por Jolanda, que perdiГі su vida despuГ©s de llegar a su meta final. Es gracias a su hija Anna que el libro y sus enseГ±anzas nos han sido legadas y, cada cierto tiempo, una de nosotras tiene la obligaciГіn de conservarlo y protegerlo.
Mientras decГa estas palabras la anciana se sacГі el medallГіn y pasГі con delicadeza la cadena alrededor del cuello de Lucia. El talismГЎn dorado representaba una estrella de cinco puntas, el sello de SalomГіn. El mismo dibujo fue hecho en la tierra por la anciana por medio de una vara puntiaguda y la muchacha se tuvo que extender de manera que su cabeza, sus manos y las extremidades de los brazos abiertos y sus pies al extremo de las piernas abiertas, correspondieran con exactitud con las puntas de la estrella. Sara cogiГі un poco de aceite de oliva, seГ±alando con Г©l de manera secuencial la mano izquierda, el pie izquierdo, el pie derecho, la mano derecha y la frente de Lucia.
―Agua, aire, tierra, fuego: tГє sabes como dominar los cuatro elementos. Ellos pueden ser invocados y usados indistintamente por cada uno de nosotros pero sГіlo tu espГritu es capaz de reunirlos y potenciar al mГЎximo sus poderes y sus cualidades. ВЎRecuГ©rdalo Lucia! UsarГЎs tus poderes para hacer el bien y combatirГЎs, hasta el punto de sacrificar tu propia vida, contra cualquiera que quiera abusar de ti y de tus capacidades para fines malvados. ―Luego echГі agua en la mano izquierda de la muchacha, todavГa extendida, soplГі sobre su pie izquierdo, echГі un puГ±ado de tierra sobre el pie derecho y acercГі un bastoncito candente a la mano derecha. Al final besГі su frente ―Y ahora levГЎntate. Tu largo camino ha comenzado.
La ceremonia de iniciaciГіn habГa sido, por lo tanto, sencilla, no habГa sido traumГЎtica como la muchacha habГa temido. El rito se habГa desarrollado tal como habГa sido transmitido desde tiempos inmemoriales, sin coacciones, sin ninguna violencia, sin intervenciones de extraГ±as figuras que pareciesen machos cabrГos u otro tipo de bestias. El Demonio, realmente, no se escondГa entre los participantes del rito. Lucia estaba confusa pero comenzaba a comprender muchas cosas, que la abuela la ayudarГa a definir en los meses siguientes. La magia, la brujerГa, de la manera que creГa hasta ese momento, no existГa. La abuela le habГa explicado cuГЎles eran las fronteras del pensamiento humano, como cada individuo estaba dotado de una enorme potencialidad vinculada al uso del mismo pero que solo unos pocos eran capaces de ejercitar ciertas funciones, ya sea por capacidad innata, ya sea por el ejercicio. Pero entonces, se preguntaba Lucia, Вїla esfera fluctuante que se materializaba entre sus manos era sГіlo fruto de su fantasГa, de su sugestiГіn? ВЎY sin embargo era capaz de visualizarla! Ya, pero sГіlo ella, los otros no la veГan. Y, de todas formas, habГa probado sus efectos devastadores lanzando una bola de fuego hacia aquella chiquilla, Elisabetta, que se habГa visto realmente envuelta por las llamas. Y era capaz de leer los pensamientos del que estaba frente a ella, y era capaz de escuchar las voces de los espГritus, y conseguГa prever el futuro de alguna manera. ВїTodo esto cГіmo se explicaba?
―Para todo hay una explicaciГіn racional ―le habГa dicho la abuela una noche delante de la chimenea encendida ―Algunos de nuestros adeptos, a tenor de lo hecho en el pasado por antiguos estudiosos, de los que algunos textos han huido del fuego de las autoridades eclesiГЎsticas, han abierto el crГЎneo de cadГЎveres de hombres y mujeres para estudiar su contenido, el cerebro. La superficie de nuestro cerebro no es lisa sino que presenta pliegues, que son llamados por los estudiosos de anatomГa circunvoluciones y que son capaces de aumentar muchas veces la superficie Гєtil de este importante Гіrgano nuestro. No es el corazГіn, como todos dicen, la sede de nuestros sentimientos, es el cerebro su depositario. De la misma manera todos nuestros recuerdos, cercanos o lejanos, estГЎn aquГ guardados. Es el cerebro el que nos permite reconocer los sonidos, los colores, los olores, nos hace asociar los objetos con un nombre, nos hace aprender los sГmbolos de la escritura de forma que las personas mГЎs inteligentes, o las mГЎs afortunadas si quieres, son capaces de leer, escribir y hacer las cuentas. Es el cerebro, ademГЎs, el que envГa a nuestros ojos los sueГ±os mientras reposamos. Y si ya todo esto te parece mucho, debes saber que para todo esto sГіlo se utiliza una pequeГ±Гsima parte de la superficie cerebral. El resto son potencialidades enormes pero desconocidas para la mayorГa. AsГ que, quien consigue entrenar las ГЎreas infrautilizadas del propio cerebro, consigue llevar a cabo actividades que el comГєn de los mortales ni siquiera pueden soГ±ar. Y he aquГ que se pueden percibir conversaciones pronunciadas en un lugar, incluso en tiempos remotos. Cada palabra pronunciada deja su rastro en el aire, nada se pierde. Si tГє puedes oГr estas conversaciones, estas palabras, no significa que estГ©s hablando con los espГritus, no es posible conversar con personas desaparecidas hace meses o aГ±os o siglos pero es posible escuchar lo que ellos han dicho hace mucho tiempo.
―¿Y la clarividencia?
―Esto es un poco mГЎs complicado, pero incluso aquГ los estudiosos han especulado que quien prevГ© el futuro capta ondas cerebrales de alguien que tiene la intenciГіn de poner en marcha determinados comportamientos. Y es por esto que la clarividencia se limita a un perГodo breve, no es posible conocer el futuro a largo plazo. ВЎQuien afirma que puede hacerlo, es un charlatГЎn!
―¿Y el hecho de poder mover objetos, hacerlos levitar o encender una lámpara sólo con la fuerza del pensamiento?
―Justo, tambiГ©n Г©stas son potencialidades del cerebro humano desconocidas para la mayor parte de los individuos. Ejercitando y entrenando las ГЎreas del cerebro que son capaces de utilizar los elementos que estГЎn a nuestro alrededor a nuestro favor, podemos hacer de todo. Nosotros estamos acostumbrados a usar los cinco sentidos que conocemos, la vista, el tacto, el oГdo, el gusto y el olfato, sin ni siquiera imaginar cuГЎl es la potencia efectiva de nuestro cerebro. Los antiguos sabГan perfectamente cГіmo utilizar ciertos poderes, de manera que pudieron construir obras mastondГіnticas sin el mГnimo esfuerzo. Observa los romanos, cuando llegaron para conquistar Egipto, no se podГan explicar cГіmo habГan hecho los egipcios, mucho tiempo antes de su llegada, para construir obras colosales, como las pirГЎmides y la esfinge. Los enormes bloques de piedra con los que habГan sido construidos no podГan ser movidos ni siquiera por un centenar de esclavos que trabajasen juntos.
―¿Quieres decir que...?
―No quiero decir nada: extrae tus propias conclusiones.
Lucia cada dГa estaba mГЎs fascinada por los discursos de la abuela. Las disquisiciones sobre el cerebro la habГan entusiasmado, pero incluso estaba mГЎs interesada por la curaciГіn de enfermedades con las hierbas medicinales. Durante la primavera, muchas veces con la abuela habГa ido de nuevo hasta Colle del Giogo, pero tambiГ©n en la campiГ±a y en los bosques en torno a Jesi, para la recolecciГіn de hierbas medicinales. Cada vez la abuela le explicaba las propiedades y el uso de una determinada hierba: el beleГ±o, la trementina, el regaliz, la peligrosa belladona. Elena habГa prometido a Lucia que, a partir del final del verano y durante todo el otoГ±o siguiente, le enseГ±arГa a reconocer las setas, a distinguir las comestibles de las venenosas, a prevenir y curar las intoxicaciones debidas a Г©stas Гєltimas, y cГіmo utilizar las esporas de determinados hongos sobre las heridas infectadas. Pero en esos Гєltimos dГas de primavera, el curso de la historia habГa dado un giro por lo que, en aquel momento, se encontraba asistiendo al joven Franciolini, herido por los enemigos de la ciudad.
Ya hacГa mГЎs de diez dГas que Lucia estaba atareada junto a la cabecera de la cama de Andrea cuando el muchacho recuperГі el conocimiento. Cuando Г©ste abriГі los ojos Lucia se sintiГі observada de manera extraГ±a. LeГa en aquellos ojos el desconcierto del joven que, quizГЎs, creГa que ya estaba muerto, que habГa llegado al paraГso y tenГa un ГЎngel que le cuidaba. Es verdad, era un noble y, como tenГa servidores en la Tierra, seguramente su cabeza lo llevaba a pensar que tendrГa sirvientes allГ, en el ParaГso. Pero luego, poco a poco, Lucia comprendiГі que Andrea estaban comenzando a reconocer las paredes, los muebles y los adornos de su habitaciГіn.
―¿QuiГ©n eres, que me cuidas, sin que yo te conozca? ВїQuГ© le ha ocurrido al resto de mi familia? ВїY mis siervos? ВїDГіnde estГЎ AlГ? ВЎQue te parta un rayo, miserable turco! Cuando lo necesito siempre se las ingenia para desaparecer, a lo mejor lo encuentras con el culo hacia arriba rezando a su dios… ―comenzГі a decir Andrea, con las mejillas enrojecidas por la fiebre, agitГЎndose de tal manera que un acceso convulso de tos consiguiГі interrumpir la mitad de su discurso. Lucia cogiГі la mano del joven entre las suyas, intentando tranquilizarlo y, al mismo tiempo, gozando de su contacto fГsico.
―DebГ©is estar tranquilo o caerГ©is de nuevo en la inconsciencia y en el delirio febril. Y no debГ©is despotricar contra AlГ. ВЎSi no fuese por Г©l estarГais bajo tierra! En cuanto a mi… bueno, yo soy Lucia Baldeschi, vuestra prometida ―al pronunciar estas palabras un leve enrojecimiento se apoderГі de los pГіmulos de la muchacha, que pudo en ese momento hundir sus ojos color avellana en los azules del muchacho, ojos magnГ©ticos, que atraГan su rostro, sus labios y todo su cuerpo hacia Г©l.
―No imaginaba que el Cardenal me tuviese reservado un regalo semejante. ¿No me estáis mintiendo? El enemigo nos ha arrollado antes de llegar al palacio del Cardenal, ¡y creo que esto no es ajeno a la emboscada!
Con la ayuda de la rabia que sentГa se levantГі un poco y Lucia se apresurГі a colocarle las almohadas detrГЎs de la espalda para ayudarle a sostenerse.
―¡DebГa haber imaginado que era un truco, ademГЎs de un matrimonio polГtico! Vuestro tГo se ha puesto de acuerdo con los enemigos para matar a mi padre, a mГ, dispersar mi familia y centralizar en Г©l los poderes civil y religioso, despuГ©s de haber pagado con dinero a los invasores. Pero ВїquГ© invasores? ВЎEl Duca de Montacuto y el Archiduque de Urbino seguro que estaban de acuerdo con Г©l! Apuesto a que tampoco se sabe dГіnde estГЎ mi madre, quizГЎs ha sido raptada, o quizГЎs tambiГ©n ha sido asesinada por el enemigo. ВїY tГє? ―despuГ©s e haber usado el usted de cortesГa habГa vuelto a tutear a Lucia, como se hacГa con los siervos. ―No eres la sobrina del Cardenal Baldeschi, no puedes serlo, Г©l no permitirГa nunca que su sobrina estuviese a mi lado. TГє eres una sirvienta, una mujerzuela enviada por el Cardenal porque todavГa no estoy muerto y debes elegir la ocasiГіn adecuada para acabar conmigo. ВЎVenga, coraje! ВїDГіnde escondes el puГ±al? ClГЎvalo en mi pecho y acabemos de una vez por todas, de todas formas estas heridas me llevarГЎn a la muerte en pocos dГas. SerГЎ mejor acortar el sufrimiento.
Mientras hablaba de esta manera cogiГі el brazo de Lucia y lo atrajo hacia sГ. Se encontraron con sus respectivos rostros a poquГsima distancia el uno del otro, cada uno sentГa el respiro jadeante del otro acariciar sus mejillas. Lucia leyГі en los ojos del joven Franciolini el miedo a morir no la maldad. El instinto hubiera sido el de retirarse, en cambio reaccionГі al contrario, apoyГі con cuidado sus labios sobre los de Г©l. No tuvo tiempo ni de sentir la aspereza de la barba no afeitada desde hacГa dГas que fue abrumada por un torbellino de lenguas que se entrelazaban, manos que buscaban la piel desnuda bajo los vestidos, caricias que la aislarГan de la realidad para alcanzar alturas celestiales y luego sensaciones nunca sentidas, hasta alcanzar un inmenso placer, acompaГ±ado, sin embargo, de un profundo dolor. Ahora era su sangre y provenГa de las partes Гntimas violadas por aquel dulce encuentro; nunca habГa sentido nada igual en su vida pero se sentГa satisfecha.
―¿CГіmo se os ha podido siquiera ocurrir que yo estuviese aquГ para mataros? Os amo, os he amado desde el primer momento en que os he visto, hace algunos dГas, cuando salГais de este palacio montado en vuestro caballo. Os he salvado la vida, os he curado y ahora me habГ©is convertido en mujer y yo os estoy agradecida.
AcabГі de librarse de los vestidos y, completamente desnuda, se metiГі en la cama al lado de su amor. Le abriГі el camisГіn, comenzГі a acariciarle el pecho, a besГЎrselo, luego cogiГі su mano y la guiГі para acariciar sus tГєrgidos senos. Y hubo besos y caricias y suspiros durante interminables y mГЎgicos minutos. Luego ella se puso a horcajadas sobre su vientre y, guiada por su instinto que le decГa que actuase de esa manera, comenzГі a balancearse arriba y abajo, al principio lentamente, para luego aumentar el ritmo de forma progresiva, hasta llegar de nuevo al orgasmo.
El orgasmo provocГі que Andrea se sumergiese de nuevo en la inconsciencia. La muchacha habrГa querido hablarle con dulzura pero con el claro objetivo en su mente de llevar el tema hasta los sГmbolos ligados al extraГ±o pentГЎculo de siete puntas, visto en los subterrГЎneos de la catedral, vuelto a ver sobre el portal de Palazzo Franciolini y nombrado por Andrea en sus delirios. HabГa tantos temas de los que hubiera querido hablar con Г©l, ahora que habГa vuelto en sГ, pero en ese momento era imposible.
Mientras Lucia recuperaba sus vestidos del suelo y se volvГa a arreglar, sintiendo todavГa en sus entraГ±as sensaciones que estimulaban la palpitaciГіn de su zona Гntima, a sus orejas llegaron voces excitadas desde la entrada del palacio.
―¡No podГ©is entrar en esta mansiГіn, no tenГ©is permiso! ―estaba gritando AlГ. Luego su voz se debilitГі hasta apagarse.
―Arrestad al moro, matadlo si opone resistencia. Y registrad el edificio. El Cardenal quiere enseguida a la condesita Lucia en palacio. En cuanto al joven Franciolini, si todavГa estГЎ vivo, arrestadlo sin hacerle daГ±o. DeberГЎ ser procesado por alta traiciГіn y herejГa. No lo mataremos nosotros sino la justicia, aquella divina y la de los hombres. Y el castigo serГЎ ejemplar para hacer comprender al pueblo a quien debe someterse: ВЎa Dios y a su Santidad el Papa!
Lucia habГa reconocido la voz de quien habГa pronunciado estas Гєltimas palabras, el dominico Padre Ignazio Amici, que junto con su tГo presidГa el tribunal local de la InquisiciГіn, cuando la puerta de la habitaciГіn se abriГі de par en par y en su arco se dibujaron las sonrisas desdeГ±osas y satisfechas de dos guardias armados.
CapГtulo 4
La cultura es la Гєnica cosa que nos hace felices
(Arnoldo FoГ )
El sonido insistente del despertador consiguiГі catapultar de nuevo a Lucia a la realidad cotidiana. Con la misma mano con la que habГa logrado acallar el despertador, a tientas habГa encontrado sobre la mesilla de noche el paquete de cigarrillos. Ahora ya era una costumbre encender el primer cigarrillo en cuanto se despertaba, pero en los Гєltimos tiempos lo hacГa incluso antes de abandonar la cama. Luego llegaba hasta el baГ±o con el palito humeante en la boca, se dedicaba a asearse y a maquillarse aspirando de vez en cuando una calada de humo, echaba la colilla al vГЎter y se iba a la cocina para prepararse el cafГ©, despuГ©s del cual se encendГa otro cigarrillo, concentrГЎndose sobre el nuevo dГa de trabajo que le esperaba. En el puesto de trabajo no se permitГa fumar de ninguna manera por lo que, si ocasionalmente le pasaba por la cabeza que aquel vicio a la larga serГa muy nocivo, consideraba superado cualquier reparo mientras miraba la punta roja iluminarse cada vez que inhalaba.
ВЎMi cuerpo necesita su dosis de nicotina, diga lo que diga ese puritano del decano de la fundaciГіn!, se encontraba a menudo pensando Lucia, encendiГ©ndose el tercer cigarrillo del dГa, el que le permitГa la satisfacciГіn de llegar a una hora decente antes de la pausa prevista para el desayuno. En el aГ±o 2017 la primavera habГa sido muy lluviosa y, a pesar de que era a finales del mes de mayo, la temperatura todavГa no habГa alcanzado la media estival; asГ que, sobre todo por la maГ±ana a la hora de salir, todavГa hacГa fresco y era difГcil decidir cuГЎn fuese el vestido mГЎs adecuado para ponerse. Una rГЎpida ojeada al guardarropa, mientras se ponГa unos leotardos ligeros, color carne, casi invisibles, la decisiГіn cayГі ese dГa sobre un vestido rojo de manga larga pero no invernal, de la largura adecuada para dejar descubiertas las piernas poco mГЎs arriba de las rodillas. Un poco de carmГn, un cepillado a los cabellos castaГ±os naturalmente ondulados, un poco de lГЎpiz de ojos para resaltar el color avellana de sus ojos, una Гєltima calada al cigarrillo, cuya colilla estaba perfectamente puesta en el cenicero, y Lucia Balleani, veintiocho aГ±os, un metro y setenta y cinco centГmetros de belleza austera, ademГЎs de inalcanzable para el comГєn de los mortales, licenciada en Lettere Antiche
, especializada en historia medieval, estaba lista para enfrentarse al impacto con el ambiente exterior. Era la Гєltima descendiente de una noble familia de Jesi, los Baldeschi-Balleani y, por ironГas del destino, a pesar de su nacimiento nunca habГa conseguido vivir y habitar en la suntuosa residencia de la familia en la Piazza Federico II, ni tampoco en la estupenda villa en las afueras de Jesi, ahora se encontraba trabajando en aquel palacio. HabГa aceptado de buena gana el encargo que le habГa hecho la FundaciГіn Hoenstaufen, que habГa encontrado allГ su sede natural, justo en la plaza en que la tradiciГіn dice que, en el aГ±o 1194, habГa nacido Federico II de Svevia, prГncipe y mГЎs tarde Emperador de la casa Hoenstaufen. Como todas las familias nobles, a partir de los aГ±os 50 del siglo pasado, con el final de la aparcerГa, con el fin de los inmensos latifundios agrarios heredados desde tiempos inmemoriales, ni siquiera los Baldeschi-Balleani fueron inmunes a jugarse la mayor parte de los bienes familiares, vendiГ©ndolos o mal vendiГ©ndolos al mejor postor, con tal de mantener el estilo de vida al que estaban habituados. La rama de los Baldeschi, un poco mГЎs sabia, se habГa mudado en parte a Milano, donde habГan puesto en pie una pequeГ±a pero rentable empresa de diseГ±o y arquitectura, en parte a Umbria, donde gestionaba una soleada casa rural en medio de las verdes colinas de Paciano. A la rama de los Balleani le habГan caГdo las migajas y el padre de Lucia continuaba con tenacidad y poco provecho a sacar adelante la hacienda agrГcola que consistГa en trozos de terreno esparcidos entre las campiГ±as de Jesi y Osimo. Lucia era una muchacha, ademГЎs de hermosa, realmente inteligente. Gracias a los sacrificios del padre habГa podido hacer el bachillerato en Bologna y licenciarse con muy buenas notas. Su pasiГіn era la historia, en especial la medieval, quizГЎs porque sentГa fuertemente, dentro de ella, por un lado la pertenencia a la ciudad que habГa visto nacer a uno de los mГЎs ilustres emperadores de la historia y por otro a la familia que, por primera vez, habГa dado un Signore
a Jesi. De hecho, habГa sido la gibelina familia Baligani (el apellido se habГa transformado con el tiempo en Balleani) la que en el aГ±o 1271 habГa instituido la primera Signoria en Jesi. Con muchos contratiempos, Tano Baligani, a veces con el bando de los gГјelfos, otras con el bando de los gibelinos, segГєn de donde soplase el viento, habГa intentado conservar el dominio de la ciudad, contra otras familias nobles, en particular contra los Simonetti, los cuales tambiГ©n habГan tomados las riendas del mando de la ciudad en ciertas Г©pocas. En los dos siglos siguientes los Balleani se emparentarГan con la familia Baldeschi, que habГa dado a la ciudad algunos Obispos y Cardenales, con el fin de sellar un tГЎcito acuerdo entre gГјelfos y gibelinos, sobre todo para hacer frente al enemigo exterior y contener las miras expansionistas de los Concejos
limГtrofes, en particular de Ancona pero tambiГ©n de Senigallia y Urbino. Y es por esta pasiГіn suya que el decano de la fundaciГіn Hoenstaufen habГa querido contratar a Lucia para la reorganizaciГіn de la biblioteca del palacio que habГa pertenecido a la noble familia. Biblioteca que se enorgullecГa de piezas realmente raras, como una copia original del CГіdice GermГЎnico de TГЎcito, pero que nunca se habГan clasificado correctamente. Aparte de la clasificaciГіn de los libros allГ presentes, Lucia tenГa otros intereses, de los que habГa intentado hablar con el decano, como el de recopilar todas las fuentes histГіricas sobre la ciudad de Jesi presentes tanto en Г©stas como en otras bibliotecas de la zona, con el fin de imprimir una muy interesante publicaciГіn. O tambiГ©n la de cartografiar el subsuelo del centro histГіrico, rico de vestigios pertenecientes a la Г©poca romana, con el fin de conseguir una reconstrucciГіn de la antigua ciudad de Aesis lo mГЎs parecida a la realidad.
―Tienes unas ideas muy buenas, eres joven y estГЎs llena de entusiasmo, y te entiendo, pero la mayor parte de los accesos a los subterrГЎneos estГЎ prohibido, dado que se debe pasar por los sГіtanos de palacios privados, cuyos propietarios la mayorГa de las veces no dan su consentimiento.
El anciano decano escudriГ±aba a la muchacha con sus ojos gris verdoso desde detrГЎs de las lentes de las gafas. La barba gris no lograba ocultar el sentimiento de desaprobaciГіn que sentГa con respecto al cigarrillo electrГіnico, del que, de vez en cuando, Lucia aspiraba una calada de vapor denso y blanquecino, que en el transcurso de unos segundos se diluГa en el aire de la habitaciГіn.
―No es necesaria la exploraciГіn fГsica de los subterrГЎneos. Se podrГa hacer que sobrevolase la ciudad un helicГіptero para obtener registros con el radar. La tГ©cnica ahora es esta y da Гіptimos resultados ―intentaba insistir Lucia para ver realizados uno de sus mГЎs grandes sueГ±os.
―QuiГ©n sabe cuГЎnto dinero serГa necesario para un proyecto de ese tipo. Tenemos fondos pero son bastante limitados. Italia todavГa no ha salido de la crisis econГіmica que la aflige desde hace aГ±os Вїy tГє me quieres proponer unos proyectos faraГіnicos? La cultura es hermosa, soy el primero en afirmarlo, pero debemos mantener los pies en la tierra. Mira lo que puedes hacer explorando los subterrГЎneos de este palacio. Comunican directamente con la cripta del Duomo, quiГ©n sabe si no podrГЎs sacar a la luz algo interesante. Pero hazlo fuera de las horas por las que se te paga. Tu misiГіn aquГ estГЎ bien definida: ВЎreorganizar la biblioteca! ―el decano estaba a punto de dejar a la muchacha cuando se dio la vuelta ―¡Una Гєltima cosa! ElectrГіnico o no, aquГ dentro no se fuma. Te agradecerГa que evitases usar ese chisme mientras trabajas.
Con un gesto teatral Lucia se sacГі el cigarrillo del cuello al que estaba colgado con el cordoncito correspondiente, apagГі el interruptor y lo volviГі a poner en el estuche que metiГі dentro del bolso. Del mismo sacГі un paquete de cigarrillos y el encendedor y llegГі hasta el vestГbulo para ir a fumar en paz un autГ©ntico cigarrillo en el exterior.
El martes 30 de mayo de 2017 se presentaba, desde primeras horas de la maГ±ana, como una maГ±ana tranquila, clara, de finales de primavera. El cielo estaba azul y, a pesar de que el sol estuviese todavГa bajo, Lucia fue deslumbrada por la luz en cuanto cerrГі a sus espaldas el portal de su casa. HabГa encontrado un Гіptimo alojamiento, alquilando un apartamento reestructurado en Via Pergolesi, en el centro histГіrico, a unos cien metros de su puesto de trabajo. Pero lo que era mГЎs interesante para ella era el hecho de encontrarse justo en el palacio que habГa albergado, en la planta baja, una de las primeras imprentas de Jesi, la de Manuzi. El enorme salГіn destinado a tipografГa habГa sido utilizado a travГ©s del tiempo para otros fines, incluso como gimnasio y sala de reuniones de algunos partidos polГticos. Pero esto no le quitaba la fascinaciГіn a aquel sitio. DespuГ©s de salir por el portГіn y haber atravesado un pequeГ±o patio, Lucia habitualmente se demoraba mirando el arco por el que se salГa a la antigua calle adoquinada, Via Pergolesi, en otro tiempo el Cardo Massimo de la Г©poca romana, luego renombrada Via delle Botteghe o Via degli Orefici, por las actividades prioritarias que se habГan desarrollado en distintos perГodos. De los antiguos talleres de un tiempo, en efecto, habГa quedado bien poco. Muchas tenГan las rejas bajadas desde hacГa ya muchos aГ±os y las que estaban abiertas ostentaban en los escaparates bienes y servicios que con la antigГјedad, con el fasto y el esplendor de los negocios de joyerГa de un tiempo, compartГan bien poco. El cartel turГstico ensuciado por las cagadas de las palomas indicaba que el arco del Palazzo dei Verroni no era de origen romano, como su aspecto podГa hacer creer, sino que habГa sido realizado en el siglo XV por un tal Giovanni di Gabriele da Como, arquitecto que habГa trabajado al lado del mГЎs famoso Francesco di Giorgio Martini en la construcciГіn del cercano Palazzo della Signoria. Tanto que alguien en el pasado habГa atribuido tambiГ©n ese arco a Di Giorgio Martini. SegГєn Lucia, los romanos no debГan ser del todo ajenos a esa obra que se asomaba al Cardo Massimo. A lo mejor los arquitectos renacentistas se habГan limitado a restaurar un antiguo arco, cuyos vestigios habГan sobrevivido a los siglos y al devastador terremoto del aГ±o 848.
Unos pocos pasos entre los austeros palacios del centro histГіrico fueron suficientes para hacer pasar a Lucia de la umbrosa Via Pergolesi a la luminosa Piazza Federico II. Faltaban todavГa unos minutos para las ocho, hora en la que debГa comenzar a trabajar. Le darГa tiempo de fumar otro cigarrillo antes de entrar en el palacio, pero su atenciГіn fue atraГda por las cuatro estatuas de mГЎrmol que hacГan las veces de cariГЎtides del balcГіn del primer piso. Durante un momento tuvo la impresiГіn de que los cuatro telamones estuvieran animados, casi como si quisiesen venir hacia ella para hablarle, para contarle viejas historias de hacГa siglos, de las que se habГa perdido la memoria. Tuvo una especie de mareo que le hizo imaginar el balcГіn, no sujetado por las poderosas estatuas, inclinarse peligrosamente hacia el suelo y le trajo a la memoria el sueГ±o que ahora ya, desde hacГa muchas noches, la hacГa protagonizar una historia ocurrida exactamente hacГa cinco siglos, en estos mismos dГas del aГ±o y en esos lugares. Las imГЎgenes de los sueГ±os discurrГan por su cerebro durante el sueГ±o como las escenas de una novela por entregas. Eran tan claras que Lucia se encarnaba en su homГіnima antepasada como si estuviese reviviendo su vida pasada, al mismo tiempo como intГ©rprete y como espectadora.
ВЎSugestiГіn, sГіlo sugestiГіn!, repetГa por enГ©sima vez la joven a sГ misma. Todo es culpa de los libros con los que estoy trabajando y de las partes que faltan de la Storia de Jesi. ВЎMi inconsciente me hace inventar la parte que falta en el libro!
RespirГі profundamente dos veces, fue a un banco, se sentГі y observГі que la fachada del palacio estaba allГ, Гntegra e indemne. DecidiГі atravesar la plaza, ir al bar y tomarse un cafГ© solo bien cargado, antes de entrar a trabajar. Aquella distracciГіn la retrasarГa unos minutos pero daba igual ya que el decano no llegaba nunca antes de las nueve. Consumido rГЎpidamente el cafГ© y ya salida del Bar Duomo, en unos cuantos pasos llegГі al lado de la plaza en la que confluГa Via Pergolesi. A su izquierda la entrada a la cuesta de Via del Fortino, a su derecha el comienzo e la Costa Lombarda, a travГ©s de la cual se podГa llegar a la parte mГЎs baja de la ciudad. Justo debajo de sus pies, en una gruesa baldosa de bronce estaba grabado el plano de la antigua Aesis. Un poco mГЎs allГЎ, la misma inscripciГіn en varias lenguas, incluido el ГЎrabe, sobre las baldosas blancas alrededor de todo el perГmetro de la plaza: El 26 de diciembre de 1194 nace en esta plaza el Emperador Federico Segundo de Svevia. Otro mareo, otra visiГіn. Ahora la plaza ya no tiene el aspecto actual. La fuente de los leones, con el obelisco, no estГЎ ya en el centro sino que hay un espacio completamente libre. El Duomo, del lado opuesto a aquel en que se encontraba, era una construcciГіn blanca, de dimensiones mГЎs exiguas respecto a como estaba habituada a verlo, de estilo gГіtico, con agujas y arcos ojivales, una especie de Duomo di Milano en pequeГ±o. El campanile estaba a la derecha de la fachada, aislado y en posiciГіn avanzada con respecto a la iglesia. El Palazzo Baldeschi, a la izquierda con respecto a la catedral, era distinto, mГЎs macizo, mГЎs suntuoso; por encima de la fachada, como un adorno, tres arcos de piedra, cogidos quiГ©n sabe de quГ© antigua construcciГіn romana y puestos allГ arriba de manera postiza, como elemento decorativo, con ninguna utilidad. La estatua de la Madonna con el niГ±o GesГ№ en brazos estaba ya presente en un nicho entre las ventanas del Гєltimo piso, mientras que no habГa ni rastro de los cuatro telamones que sostenГan el balcГіn del primer piso. Es mГЎs, el balcГіn, aunque no estaba del todo ausente, era bastante pequeГ±o con respecto al que estaba habituada a ver. Todo el lado derecho de la plaza estaba ocupado, en lugar del Palacio Episcopal y de Palazzo Ripanti, por una enorme fortaleza, una especie de castillo, adornado con la tГpica arquitectura y las almenas gibelinas de cola de golondrina. En la parte izquierda la iglesia de San Floriano con su cГєpula y su campanile y el palacio Ghislieri, todavГa sin terminar, rodeado por los andamios de los albaГ±iles. Lucia echГі un vistazo hacia el comienzo de la Via del Fortino, donde estaba el taller de un tintorero, delante del cual el artesano habГa encendido un fuego para poner a hervir el agua en un caldero con una costra de humo negro. Una chavalita se habГa acercado peligrosamente al fuego y un borde de su vestido se habГa incendiado. En unos segundos la muchacha se habГa encontrado envuelta por las llamas. Lucia hubiera querido correr hacia ella para ayudarle pero no conseguГa moverse ni un paso. Se horrorizГі mientras oГa resonar en sus oГdos los gritos desesperados de la muchacha. Luego una, dos gotas de lluvia, un chubasco y las llamas se apagaron. La sensaciГіn de no tener los pies en la tierra. Lucia estaba tumbada sobre el adoquinado. Cuando volviГі a abrir los ojos vio el azul del cielo, un cielo del cual no podГa haber caГdo ni siquiera una gota de lluvia. Un hombre distinguido, vestido de manera elegante, con un maletГn en la mano, intentГі ayudarle a levantarse.
―¿Se encuentra bien?
―SГ, sà ―y rechazando cualquier tipo de ayuda Lucia se levantГі ―Ha sido sГіlo un mareo, una bajada de tensiГіn. ВЎTodo estГЎ bien, gracias!
AtravesГі la plaza que ahora tenГa el aspecto de siempre, a buen paso, para intentar llegar al puesto de trabajo lo antes posible, antes de que el decano pudiese darse cuenta de su retraso, pero tenГa bien grabadas en la mente las imГЎgenes que habГa vivido hacГa unos minutos.
SugestiГіn, sГіlo sugestiГіn, nada mГЎs que sugestiГіn. ВЎNo hay otra explicaciГіn lГіgica para los sueГ±os y ahora para las visiones!
Y sin embargo, una voz en su subconsciente parecГa decirle que eran recuerdos, que eran episodios que habГa vivido en otra vida, en un pasado remoto, como una persona distinta, pero que siempre tenГa el mismo nombre: Lucia.
EntrГі en el palacio, subiГі la escalinata que conducГa al primer piso y puso en marcha el ordenador de su puesto de trabajo. La tentaciГіn de dar una ojeada a sus perfiles de las diversas redes sociales se habГa quedado en nada por culpa de la inspecciГіn que aquel idiota del decano verificaba puntualmente, por medio del servidor, de los archivos log de su ordenador y le reГ±Гa si se habГa permitido navegar por Internet por motivos no estrechamente ligados al trabajo. Por lo tanto abriГі el fichero de trabajo de Excel en el que estaba clasificando los textos y los archivos de Access en el que grababa los datos para tener una base de datos completa de la biblioteca. Cada texto era luego escaneado y metido en una memoria en un archivo PDF, que habГa que subir al sitio web de la fundaciГіn, para una posterior consulta. Los textos con los que estaba trabajando aquellos dГas, y que quizГЎs habГan sido el motivo desencadenante de sus sueГ±os y sus recientes visiones, eran una Storia di Jesi, editada por Manuzi, justo el Benardino Manuzi que en el siglo XVI tenГa una imprenta en el palacio en el que ella vivГa, y un librito, cuya autora era Lucia Baldeschi, que se titulaba Principi di medicina naturale e guarigione, con le erbe. AdemГЎs tenГa sobre la mesa un manuscrito de unas pocas pГЎginas, segГєn ella atribuible tambiГ©n a Lucia Baldeschi, que intentaba describir el significado y la simbologГa de un singular pentГЎculo de siete puntas. Los tres era autГ©nticos rompecabezas, Lucia no se darГa por vencida hasta que no hubiese desentraГ±ado los misterios que se escondГan dentro de cada uno de aquellos textos. La Storia di Jesi era realmente interesante, un trabajo comenzado por Bernardino Manuzi, tipГіgrafo en Jesi, sobre la base de documentos antiguos y de tradiciГіn oral, y llevado a tГ©rmino gracias tambiГ©n a la contribuciГіn de otros autores. Sobre su mesa habГa una copia original del libro, impresa por el propio Manuzi, a la que se le habГan arrancado unas cuantas pГЎginas, quiГ©n sabe en quГ© lejana Г©poca, quiГ©n sabe por quiГ©n, quiГ©n sabe por quГ© motivo. Justo las pГЎginas que hacГan referencia a un perГodo doloroso de la historia de Jesi, desde el 1517 al 1521, periodo seГ±alado por el saqueo di Jesi y por el gobierno del Cardenal Baldeschi que, gracias al hecho de estar al frente del Tribunal de la InquisiciГіn, habГa perseguido y hecho ajusticiar a muchos individuos sГіlo porque obstaculizaban su poder. Y Lucia Baldeschi era su sobrina nieta. Un tГo inquisidor y una sobrina que se dedicaba a la medicina natural y a la curaciГіn con las hierbas, consideradas en aquel tiempo prГЎcticas de brujerГa. ВїCГіmo podГan convivir y quizГЎs vivir en el mismo palacio? El hecho de que los escritos de Lucia Baldeschi estuvieran allГ, hacГa que se inclinase por la teorГa de que hubiese vivido allГ, y seguramente aquella tambiГ©n habГa sido la morada del Cardenal. El Tribunal de la InquisiciГіn tenГa su sede allГ cerca. A principios del siglo XVI, justo por voluntad del Cardenal, habГa sido transferido desde el convento de San Domenico al mГЎs incГіmodo complejo de San Floriano, mientras que el Torrione di Mezzogiorno habГa permanecido como la sede de la prisiГіn en la que eran retenidos y torturados los procesados. QuiГ©n sabe de quГ© trataban aquellas pГЎginas arrancadas del libro; quizГЎs se contaba una escabrosa historia en el que el tГo abuelo acusaba a su sobrina de brujerГa, la encerraba en los calabozos del Torrione di Mezzogiorno o en las mГЎs cГіmodas del Complesso di San Floriano, hacГa que la torturasen y finalmente arder en la hoguera en la plaza pГєblica. Es cierto, esta historia hubiera enfangado la memoria del Cardenal Baldeschi, y de esta manera alguien de la familia habrГa arrancado aquellas pГЎginas para hacer desaparecer el rastro.
Comenzaba a hacer calor y Lucia abriГі el ventanal de la habitaciГіn, justo el que daba a la balconada sostenida por las cuatro extraГ±as estatuas, teniendo cuidado de cerrar la gran mosquitera, de manera que entrara el aire pero no los fastidiosos insectos. En ese momento hizo su apariciГіn el decano que reprochГі a Lucia con la mirada, una mirada inquisidora, que parecГa querer interpretar en el gesto de abrir la ventana el deseo, por parte de la joven, de querer encender un cigarrillo.
ВЎNo te satisfarГ©, vieja cariГЎtide! No fumo aquГ dentro, no sГіlo para no soportar tus improperios sino por respeto a los valiosos objetos, los libros, los estucos, los cuadros, que se conservan aquГ dentro, farfullГі para sus adentros Lucia mientras observaba la semejanza entre el decano, el casi setentГіn Guglielmo Tramonti, y el Cardenal Artemio Baldeschi, asГ como lo veГa todos los dГas en un retrato colgado de las paredes de la sala y asГ como le aparecГa en sus recientes sueГ±os.
―Aunque aquГ dentro no hay aire acondicionado, mejor tener las ventanas cerradas. ВЎSudar nunca ha hecho mal a nadie, mientras que el aire podrГa ser nocivo para las obras que tenemos guardadas!
Lucia vio al decano dirigirse hacia el ventanal pero, en vez de cerrarlo como debГa ser su intenciГіn, abriГі la mosquitera y se asomГі a la balaustrada metГЎlica del balcГіn. En un momento, el decano desapareciГі. Lucia fue corriendo hacia el balcГіn y mirГі abajo. El cuerpo de Guglielmo Tramonti yacГa exГЎnime sobre el adoquinado de la plaza, con el rostro vuelto hacia el suelo, vestido de Cardenal y rodeado por una mancha rojiza, que se expandГa poco a poco, constituida por su misma sangre. ВїCГіmo habГa podido suceder? ВїDe dГіnde provenГa toda aquella sangre? ВЎLa altura no era excesiva! ВїQuizГЎs se habГa roto el crГЎneo y su lГquido vital lo estaba abandonando por una herida que se habГa abierto en la frente? ВїY los vestidos? ВїCГіmo era posible que llevase puesto el hГЎbito purpurado? ВЎHacГa unos segundos no lo llevaba! LevantГі la mirada para buscar los detalles de la plaza y la vio de nuevo como era en la visiГіn que habГa tenido poco antes, cuando habГa salido del bar: la plaza de una ciudad renacentista. La voz del decano, proveniente de su espalda, la devolviГі a la realidad. Se encontrГі observando con cuidado las lГЎpidas con las que, en la fachada que daba a la iglesia de San Floriano, se recordaba a Giordano Bruno como vГctima de la tiranГa sacerdotal. Todo estaba en su lugar, la fuente con el obelisco, el Complesso di San Floriano, la Catedral, los Palazzi Vescovili, el Palazzo Ghislieri. Un poco mГЎs adelante, sobre el campanile del Palazzo del Governo ondeaba la bandera tricolor.
―¿Y bien? Digo que cierres la ventana y ¿tú que haces, sales al balcón? Pero… ¿estás segura de que te encuentras bien, muchacha? Estás muy pálida, ¿quieres volver a casa?
―No, no, gracias, estoy bien. Ya ha pasado todo, sólo ha sido un mareo. Instintivamente he necesitado salir para oxigenarme, para coger un poco de aire fresco. Pero ya está todo bien, puedo volver al trabajo.
―Bien, pero me gustarГa que te planteases seguir un control mГ©dico. ВїNo serГЎ que estГЎs embarazada?
―TodavГa no ha venido a verme el EspГritu Santo ―concluyГі irГіnicamente Lucia, acompaГ±ando estas Гєltimas palabras con un gesto evasivo de la mano. CogiГі el libro sobre la Storia di Jesi y comenzГі a escanear las primeras pГЎginas. Cuando llegГі a la dГ©cima pГЎgina abriГі el programa OCR en el ordenador y se puso a corregir manualmente los errores, lo que le permitГa leer noticias para ella desconocidas.
LA LEYENDA DE UN REY
La historia de Jesi comienza en un lejano dГa de hace tres mil aГ±os. Un comienzo sin espectadores. Un pequeГ±o grupo de gente remonta el curso de nuestro rГo, en fila por la orilla izquierda. Avanza lentamente, abriГ©ndose camino entre la espesa maleza y los altos chopos que se reflejan en las aguas del rГo.
Es gente extraГ±a, con un nombre extraГ±o, pelasgos les llamaban en su tierra, los rostros bronceados, marcados por el cansancio de un viaje largo y aventurado. Llevan indumentaria raГda, algunos visten pieles de animales que parecen salvajes. Los rostros de los hombres estГЎn encuadrados por melenas y barbas densas que interminables jornadas de sol han convertido en ГЎridas, estropajosas.
Son los supervivientes de una flotilla de pequeГ±os y veloces barcos que han vencido la batalla contra las tempestades del AdriГЎtico. Han desembarcado hace unos dГas en la desembocadura de aquel rГo que ahora rompe en mil destellos los rayos del sol. Emigrados de su tierra que ha sido la patria de los ancianos, de sus hГ©roes cantados por un poeta ciego por los pueblos de la lejana Grecia, van en busca de una nueva tierra, de una nueva patria.
Y helos aquГ que han llegado, despuГ©s de una marcha extenuante, a los pies ed un monte crecido como por arte de magia en el corazГіn del valle que los habГa acogido allГ abajo, en la desembocadura del rГo. Todo alrededor, bosques hasta donde se perdГa la mirada, cubrГan las colinas circundantes. Y el silencio de una naturaleza adormecida desde hace milenios. Desde siempre.
Un hombre, de aspecto venerable y majestuoso, con la enseГ±a del grupo, seГ±ala aquel promontorio que parece casi un isla emergida deliberadamente, en el medio del valle, para acoger a los nГЎufragos. Y se dirige en esa direcciГіn. Los otros lo siguen, manteniendo su paso, sin hablar. En la parte mГЎs alta de la colina, el anciano rey mira hacia lo lejos, descubriendo un paisaje maravilloso, dibujado con las centenares de tonalidades de un verde inmenso, trazado apenas por el sinuoso rastro del rГo que se pierde abajo, hacia el mar.
El anciano rey, volviГ©ndose ahora hacia los suyos, hace una seГ±al de asentimiento y todos dejan en tierra sus pobres haberes. AsГ que han encontrado finalmente la tierra prometida, han llegado a la meta del largo peregrinar por mares y tierras.
Г‰sta, de ahora en adelante, serГЎ nuestra nueva patria.
Y de esta manera fue que el rey Esio fundГі la ciudad de Jesi.
AsГ que los primeros jesinos eran griegos, fugados de la ciudad destruida de Troya. Como Eneas, que con los suyos habГa remontado las costas del Tirreno para instalarse en el Lazio, el Rey Esio habГa encontrado el camino mГЎs sencillo remontando el AdriГЎtico y llegando a la desembocadura del Esino. Lucia se habГa entusiasmado con la historia y los sueГ±os y las visiones estaba ahora relegadas en un rincГіn lejano de su mente. Su cerebro y su fantasГa ya estaban en funcionamiento.
Estos datos y estas noticias podrГan ser utilizadas para una hermosa publicaciГіn o, por quГ© no, para la elaboraciГіn de una novela histГіrica ambientada en esta zona, comenzГі a pensar Lucia meditando incluso sobre las posibles ganancias.
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